13 de julio de 2013

la estrategia de la obnubilación mental es la ideal para convencer y seducir a morras bobas

¿Para que tanto adorno y rimbombancia cretina? El trayecto para llegar al afluente de los hidrófilos genitales es corto y el troquelado del proceso de estampón también es muy fácil: con la desenvoltura de un «pleyboyín» el bato llega y conoce a la ruca; acto seguido la embabuca; se la ensarta y luego «babai», ai te ves. El paralelo de las transacciones es para satisfacer la egolatría sexual (llegó, cojo y me voy).

—Naaa. Que nariz de la luna, que rayo de luz… y la chingada.

Ya lo dicen las feministas desahuciadas y arrepentidas, los amantes ideales son aquellos dos extraños que acaban de cruzar palabra y el mejor sexo lo proporcionan las papanatas, las de poco o nulo entendimiento, es decir, las pendejas son las que más disfrutan la cochadera. Y la estrategia de la obnubilación mental es la ideal para convencer y seducir a morras bobas.

—Aunque hay putillas muy delicadas que quieren poseer alma y conciencia, carnal. ¿Cómo la ves?
—Por eso —y por otras mengambreas no menos prioritarias— se legitima la putería, puesto que, en determinadas situaciones de premura o de hartazgo, es mejor pagar que persuadir. Y he ahí el motivo por el cual los batos, sea por comodidad o satisfacción, prefieren tirarse a una puta.

Y, ciertamente, como dijera un cholo metrosexual de la «Anabel», no hay cosa más estorbosa en una pirujilla que su pinche refinamiento que, a decir la neta, se trata de una actitud mamona que hace la vida estorbosa e impide disfrutarla.

estratagemas sicológicos del patriarcad



En los procesos de abstracción de la mística uterina hay una variopinta presteza de las turgencias erótico-sexuales. Y en la competencia literaria se sacan a la colada toda clase de trapitos y bisuterías retóricas. En la difusión del sermón erótico se reporta con prez el surtido de la despensa, desde una perorata de sermones y flores, pasando por vocingleos de viejas gruñonas a canturreos de adalides del matriarcado, sacramentos del coito, sublimaciones de la penetración fálica, autoelevación femenina que no se alcanza por culpa de rufianes a cuyos pies se arrodillan putas y maricones, rapsodias de liberación sexual obstruida por el pecado y el sentimiento de culpa, objetivación del egocentrismo y la vanidad. Todo esto en la inveterada situación de la mujer convertida en encanto lúbrico. Además de una catarsis, prexiste un compendio de histeria sexual expresada en confitería poética. Sobre la mujer recae todo el peso del erotismo, la candidez épico-sexual. Por lo regular, casi todos los contactos sexuales cumplen el mismo cometido y, cuando no es así, los ensueños son sólo masturbatorios. Coño y polla se estafan y se regatean mutuamente las delicias del placer. Toxicomanía sexual a la que es difícil renunciar.
En los apriorismos ideológicos y moralizantes no hay otra prueba de amor que flores, chocolates y bombones. Entonces el «yo» se sublima en una experiencia casi platónica de las blandengues nalgas carnosas. Otra vez los estereotipos oficiales del amor; y lo que bien podría haber sido un detalle genuino de erotismo queda sepultado por el pundonor. ¿Cómo se mide la resistencia sexual que la fémina opone a sus deseos lúbricos? ¿Es un acto de afirmación? Digo, porque la frigidez, la castidad y la negativa contra el coito son estratagemas sicológicos del patriarcado, tendientes a limitar y restringir la libre cochadera. Falacias que las feministas aplican para no capitular ante la hegemonía del macho. Y así se arrastran las frustraciones cuando en tales comedias el verdadero actor del coito es el pene.

en los fuegos vestales del amor

En similitud con las figuras legendarias —a la par de Tristan e Isolda, Mellisanda y Pelleas, María y Efraín—; nulidad y mutilación de la individualidad como el «motif» o tema recurrente. Fundirse en un solo componente de unidad significa mellar la autonomía porque se anula la existencia tanto material como formal de la mujer o, en su defecto, su individualidad se supedita y se vincula al manflero cogedor, aunque se reconozca el mutuo afecto.

—Y en los fuegos vestales del amor ¿quién lleva la voz cantante? Seguro que no es la querida manfla tentadora.

En la producción de emociones lúbricas ¿quién toma la iniciativa? A veces ella, y en el cometido de suscitar el deleite los papeles se yuxtaponen, no de forma permanente, solamente en la profusión de los primores eróticos, cuando el amante parece un programado perro pavloviano.

El poderío varonil disimula debilidad y le otorga a la mujer minúsculas concesiones. Mucha complacencia y poca inteligencia en un ejemplo de poesía erótica y de política sexual.

—Porque el gamberro machincuepas, regularmente, no saluda ni se quita el sombrero, y una vez que lleva a cabo su hazaña, se fleta los chones y los tramados, murmurando en sus adentros: «Ahora sí, pélate, Tintán».

Toda una táctica sicopolítica del sistema vicario en la más sutil manipulación encuadernada en mitos

Como en san Pablo, y de acuerdo con el precepto seglar, la mujer —ante la autoridad del señor que todo lo puede— le rinde culto a una superioridad nociva y contranatural. Prosaicos reflejos de la vida real. Por el amor del «señor» —que todo lo ilumina— la himenea letrada está dispuesta a que la chicoteen, a andar a gatas, a que le introduzcan un azotador por la vaina y hasta por donde le ronca el sapo. Toda una táctica sicopolítica del sistema vicario en la más sutil manipulación encuadernada en mitos. Hay también un rico surtido de fábulas relativas al negocio del amor compenetrado. Y explícita es la fusión entre el hombre y la mujer en el preciso instante del chacachaca.

mercenarios del arte

Podría pasarse de largo el camelo ese de que Tijuana ya es una “metrópoli” del arte y la cultura, y considerarse como una ocurrencia romántica, sino fuera porque mamadas como esas son elevadas a teorías axiológicas que seducen a la borregada que se cree esos panchos. Vivir de ensueños y de pedorreras es un candor de optimistas bobalicones, pero lo gacho de tales tontejadas es que luego se convierten en arcanos de la alineación y pasan al subconsciente histórico nacional. No se trata solamente de un frenesí idealista —como el de aquella ficticia «Ciudad de Dios» que ideó el indiscreto africano que usaba solamente la sandalia izquierda—, es una utilería política de vivales y arribistas, o sea, propaganda mediatizadora empotrada en el circuito de la vendimia para embaucar, atolondrar, manipular, ofuscar y castrar la tesitura lógica de la conciencia. Pero cada quien está en su derecho de tragarse el camote o descreer en el alijo que inventan los mercenarios del arte. Pedante bobería que —por estupidez, ingenuidad o conveniencia— un buen carajal de fabulistas, farsantes metidos a trabajadores de la cultura y demás pájaros cilantreros, rematan con petulancia en pápiro y telera.

Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales

Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...