El desinterés por las bellas artes es endémico



Por más inyecciones de adrenalina que se suministre, la literatura fronteriza seguirá siendo un producto de autoconsumo para minorías selectas, el mismo destino depara a las demás actividades culturales. El desinterés por las bellas artes es endémico. Así se construyan miles de centros culturales y artísticos lo que en ellos se produzca columbrará en lo marginal, en el vacío brutal. La cultura altamente refinada se elabora por individuos ajenos a las exigencias y necesidades reales e inmediatas del simple mortal; no responde a la sensibilidad, ideología y sentimientos de la gente del montón. El gusto del pueblo no coincide con el gusto de los estetas. Hay algunos productos que, por su marcada tendencia comercial y manipuladora del morbo, sí alcanzan a entrar en el ámbito de lo populachero. Los hacedores y difusores de la alta cultura son intelectuales desvinculados de la canalla, de la chinchina popular, y se encuentran ligados a una tradición libresca y abstracta, postrados en un canon excluyente en el que no se admite a cualquier plebeyo o pelafustán de arrabal. «Los intelectuales —señala Gramsci— no surgen del pueblo, aunque accidentalmente algunos de ellos sean de origen popular, no se sienten ligados al pueblo (retórica aparte), no comparten ni conocen sus necesidades, sus aspiraciones, sus sentimientos difusos; al contrario, para el pueblo son algo remoto, una casta, es decir, no son una articulación, con funciones orgánicas, del mismo pueblo»

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