Desde que era muy chamaca padezco fiebres uterinas,
o calores vaginales, como decía mi abuela. Lo que, al chile pinto, quiere decir
ninfomanía. Soy una mujer sedienta de placer sexual. Hay en mí un fulgor que me
domina y me arrastra al desenfreno cachondero. No puedo frenar la voracidad de
la megaputa que llevo dentro. Como histérica, soy el deseo del que mis padres
carecen. Para la "gente bien nacida" soy una obscena, una pervertida,
una viciosa del pene, una busca-pitos. Cuando llegan los estragos de calor, mi
vagina se vuelve una vorágine. Soy siempre materia dispuesta, open-panocha, a cualquier
hora y situación. Inoperante es el control mental de mis acciones. Por eso me
quiere expropiar el cuerpo, y porque soy objeto el deseo narcisista de mis
padres.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales
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