como si la putería fuera una fe de erratas

Es una verdad latente que el feminismo ya es un marasmo, un falso shopping, una especie extravagancia de telepantalla y hasta un mero escarceo de exhibicionistas de la moda sexual. El discurso feminista de hoy no pasa de simples comentarios frívolos, un chantaje mujeril atado al cordón umbilical. El feminismo es la muerte de la femineidad, y la prueba de ello está en la androginia que nada tiene d e imparcial para dar cabida a hembras y machos. En realidad es que ese aplastamiento de la sexualidad está instituido en favor de la autoridad masculina; ésa es su misión reguladora, que en su versión más extrema representa un factor de represión. Por otra parte, Los alardeos de la doble moral para desvanecer con golpe sicologista de las palabras que sirven para designar a quienes ejercen el oficio más viejo del planeta, la puta y la putería, «ese cáncer que corroe la rosa de la galantería», dijera Ruskin. Qué afán de querer convertir a las leandras en fantasmas, como si fueran encarnaciones del mal. Con trasposiciones lingüísticas la mochería, vanamente, intenta hacer de la esencia una apariencia. Qué payasada, como si la putería fuera una fe de erratas.

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