Controlan Tijuana como se manipula a una mujer completamente ebria


—No es fácil cambiar de estilo —pensó Raquel—. Y peor tantito, en un lugar como Tijuana; aquí las cosas son diferentes. Aquí son más pinchis y la ciudad más ruda, llena de gente requetegoísta y bien culerona. Pero el colmo es que aquí, hasta el más matón se cree inocente y el demagogo, un dechado de sabiduría. Y los mequetrefes que gobiernan hacen y deshacen a sus anchas, a tal grado que controlan Tijuana como se manipula a una mujer completamente ebria. A veces la hacen pasar por loca o pendeja. Si aquí la peor ramera finge ser una gran dama, ¿por qué yo no he de hacer lo mismo? Si las putas son putas, no por ello les esta vedado el derecho de evadirse momentáneamente del paraíso perdido.

—Dios sabe que lo intenté —dijo para consolarse y emprendió camino a reanudar la actividad de gamberra—. Bueno, el fracaso es como el placer, un nubarrón momentáneo que ya se disipará. El mundo es una favela de dolor con caminos llenos de espinas, veneno y mierda; y sus delicias son pasajeras como la vida misma.
No hay razón para hacerse mala sangre. Si hay borrachos es porque hay caguamas; ergo, si hay coños es que hay putas.

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