Autoelevación femenina que no se alcanza por culpa de rufianes


En los procesos de abstracción de la mística uterina hay una variopinta presteza de las turgencias erótico-sexuales. Y en la competencia literaria se sacan a la colada toda clase de trapitos y bisuterías retóricas. En la difusión del sermón erótico se reporta con prez el surtido de la despensa, desde una perorata de sermones y flores, pasando por vocingleos de viejas gruñonas a canturreos de adalides del matriarcado, sacramentos del coito, sublimaciones de la penetración fálica, autoelevación femenina que no se alcanza por culpa de rufianes a cuyos pies se arrodillan putas y maricones, rapsodias de liberación sexual obstruida por el pecado y el sentimiento de culpa, objetivación del egocentrismo y la vanidad. Todo esto en la inveterada situación de la mujer convertida en encanto lúbrico. Además de una catarsis, prexiste un compendio de histeria sexual expresada en confitería poética. Sobre la mujer recae todo el peso del erotismo, la candidez épico-sexual. Por lo regular, casi todos los contactos sexuales cumplen el mismo cometido y, cuando no es así, los ensueños son sólo masturbatorios. Coño y polla se estafan y se regatean mutuamente las delicias del placer. Toxicomanía sexual a la que es difícil renunciar.

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