Cuando escucho la palabra cultura saco mi pistola pa miar


Invitar a la población a que participe en los programas de cultura concita poco interés; a la perrada, chinchina o jequería, le agobian menesteres más inmediatos que las runflerías que, invocando el determinismo externo, anuncian los jilguerillos del ICBC, pues es la sociedad la que debe imponer al estado las políticas culturales, no al revés. Mientras la responsabilidad social sea un subterfugio, y aunque saquen a relucir todos los artificios, el asunto de la cultura seguirá igual, con nulas perspectivas de progreso materia y espiritual. Artilugios para simular, y al borde de lo grotesco, escurre lo políticamente correcto de los bienpensantes nodosos, portavoces del gobierno, con descarada actuación: el mismo guión, las mismas frases.
Por eso yo, parafraseando a Hanns Josht, cuando escucho la palabra cultura saco mi pistola pa miar.

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