UN PERSONAJE DE TODOS LOS TIEMPOS

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UN PERSONAJE DE TODOS LOS TIEMPOS

Ser anómalo, estrafalario, desde un principio se le consideró un bobo-loco divertido, ridículo y, aparentemente, inofensivo. Y ya habiendo perdido su destino, el payaso —trastocamiento histórico del bufón— brinca de las barracas de los charlatanes a las cortes monárquicas, luego retorna a las plazas públicas y carpas populacheras y, nuevamente da un salto a la pantalla televisiva, convertido en un merolico titiritero (Brozo) o en un recreador de fantasías para las almas infantiles (Cepillín, los Chicharrines); o se vuelve un entretenedor a secas (Cantinflas), un alburero, un increpador o defenestrador del sistema (Palillo).
He aquí, y por conducto de don Guido Gómez de Silva, cómo se sustenta filológica y etimológicamente el apelativo: «payaso ‘actor que hace de gracioso, divirtiendo al público con su ropa y ademanes ridículos’: francés pailasse ‘payaso’ (también = colchón delgado hecho de una bolsa de lona llena de paja’, de paille ‘paja’), traducción del italiano pagliaccio ‘payaso; (anticuado) colchón lleno de paja’, de paglia ‘paja’, del latín palea ‘paja’. En la comedia tradicional, el bufón o pagliaccio llevaba un traje hecho de tela burda parecida a la de la bolsa exterior de un colchón lleno de paja, lo cual le daba el aspecto de una bolsa o un muñeco relleno de paja» [Breve diccionario etimológico de la lengua española].
No obstante que entre las particularidades de los payasos sobresale la connotación frívola, se subraya en ellos la actitud subversiva; pues bien lo señala Antonio Castro cuando apunta que sus características son muy claras: «siempre sienten la obligación de violentar el orden establecido, provienen de los estratos sociales más bajos y generalmente encuentran la forma de poner en evidencia los defectos de los demás. Aunque acusan una marcada debilidad por la obscenidad, sus observaciones no dejan de tener alguna enseñanza, siendo común que tengan razón en lo que dicen. Provocan la risa de unos y la indignación de otros (un buen cómico siempre tiene que ofender a alguien, sino probablemente no sería chistoso). Sus blancos predilectos son los ricos, los gobernantes, los enamorados, los cornudos. Demócratas precoces, no es extraño que su familiaridad de trato y su liberalidad los coloquen en situaciones peligrosas» [Sobre bufones y payasos].
Tan ancestral como las putas y los rufianes, y enzarzado en la risotada y la broma, el bufón, payaso, arlequín, clown o cómico, emerge como un personaje de todos los tiempos, en sintonía con una sociedad hipócrita, alienada, enferma y aburrida.

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