PREGUNTAS A DON MONO FILÓSOFO


«Don mono filósofo, ¿qué le parece la poesía que escribe el Jorge Ortega? Pues, a propósito de este poeta chicalense, dice el gacetillero Enrique Mendoza Hernández que este batillo está bien cabrón. ¿Qué dice usted al respecto?»

Don Enrique Mendoza Hernández debería saber, primero, que hablar de cosas sin entenderlas es lo que se denomina pedantismo; y, ergo, quien las habla es un pedante; y, segundo, que en la nómina oficial y extraoficial de los poetas bajacalifornianos no hay ninguno que pueda ser considerado de primer orden en el preclaro lirismo de la poesía für ewig (o sea, para siempre). No hay pruebas manifiestas de que exista una vitalidad poética en este muladar fronterizo (tanto de Tijuana y Chicali y poblados circunvecinos).
Por lo que toca al chaval que mencionas, el Jorge Orteguín trae arrastrando los defectos del academicismo ramplón, la cosificación del sentir poético que causan los cursitos de poesía en los talleres literarios; maquila versitos por medio de una técnica esquemática, aparentemente repentina y de toque rápido, arremolinado imágenes en ejercicios de abstracción, de expresionismo intelectual que se pudre en el afán emular las voces de los poetas que propenden siempre a la evasión. No puede sacudirse las telarañas metafísicas de la sensibilidad adiestrada. Su poesía es de alcances meramente escolares, acrítica y distinguidamente aburrida, un refractario de la decorología palabrera y la rancia exquisitez de los modelos literarios importados y de segunda mano. En su producción letrera son muchas las intuiciones suyas que pasan de contrabando al contexto de la poesía sin lograr ser poesía, a lo sumo verbalizaciones sicológicas o epistemológicas que impactan a ciertos melolengos que no saben distinguir qué cosa es poesía y qué cosa no lo es. Por la heterogenia del subjetivismo ya casi no hay capacidad de diferenciación.

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