GISELE Y EL
CHARKITO / UN ROMANCE PUERIL
Por: Lups Mezz.
El día de hoy es un
día templado en esta región tan gélida y húmeda, es motivo de algarabía. Las familias aprovechan para salir a la playa
o bien para reunir a la familia al calor de un exquisita carne asada. Para otros es un día de trabajo normal, es el
caso del Charquito y compañía.
Llegamos puntuales a la
universidad, faltaba el único varón de la clase, su ausencia fue notoria, una a
una fue preguntado donde andaría el Charquito, una opinó que se habría ido de
juerga con sus amigos los dobles XY, la
otra comentó que seguramente se habría desvelado toreando a sus múltiples
demonios, y no faltó quien comentara que su tardanza se debía al chat, y sus
nutrido circulo de fans, a quienes entretenía contándoles su vida, azarosa,
saturada de aventuras surrealistas.
En eso estábamos
cuando entró al salón de clases, sin
hacer ruido y sin saludar, con un semblante triste, tal vez nostálgico. Se
ubicó en su lugar adoptado por reincidencia permitida. Se sentó, abrió su
maletín para rescatar su laptop, y
conectarla, parecía un autómata. Todas, incluyendo al maestro, seguimos con la
vista el ritual pasmoso, sin dar crédito a lo que veíamos. Se cruzaron las miradas enviando mensajes
visuales, acompañadas con gesticulaciones
-¿Qué le pasa al
Charquito?- la pregunta se dibujo en el
rostro de las descontextualizadas
educandos.
El Charquito, siempre
se caracterizó por ser optimista, dicharachero, cuenta cuentos, y fantasioso.
Así nos acostumbró, esta faceta sombría
y triste, de plano reprobaba la imagen que teníamos de nuestro compañero. Paso
la mañana, salimos al descanso programado, para luego continuar con la clase
por demás interesante, sin embargo el estado de ánimo había decaído. El Charquito nos había hecho
transferencia, ahora todos estábamos en duelo, solidarios con su dolor, su
nostalgia o que se yo.
Cuando el maestro se
dio cuenta, del ambiente psicológico que se había formado alrededor del
Charquito, no le quedo de otra, que romper el silencio pasmoso que se había
creado.
–¿Qué pasa Charquito?
¿Te podemos ayudar en algo? – insistió amablemente el gentil profesor.
Mi caso es muy raro,
profesor Lara. Mis problemas son del
alma -argumentó el Charquito. El profesor, realmente afligido trató de
reconfortarlo. Esas cosas suceden, todos en algún momento de nuestra vida, nos
sentimos desolados, en estado de orfandad, -le dijo sutilmente. Continuó el afligido profesor.
-A veces el compartir
puede ayudar. Si te place, podrías, si tú quisieras compartir tus penas-
insto el diplomático Profesor Lara.
La necesidad de exteriorizar su pena, era grande y el Charquito, aceptó el
dialogo que finalmente se volvió monologo, a penas interrumpido de vez en
vez para constatar que seguíamos
interesados en el tema.
Cuenta El Charquito
que salió de su domicilio a la hora acostumbrada con destino a la Universidad, cuando de
pronto vio en el coche contiguo una figura femenina, con un rostro inolvidable
para él. En el primer momento, volteo su rostro al lado contrario, se enjugo
los ojos con el dorso de sus manos cerradas, no quiso creer lo que veía. Lo
primero que se le vino a la mente fueron sus alucinaciones, pensó que sus
demonios se habían disfrazado para sorprenderlo y hacerlo caer. Por su mente
pasaron como una vorágine los pensamientos más impactantes al recordar, todos los
tratamientos inquisitorios a los que se había sometido a causa de la
persecución surrealista que desde niño había sufrido de manera inmisericorde.
Es un fantasma eso es, sólo un fantasma
– pensó pasa sí.
Los escasos dos
minutos que duró el semáforo en rojo le parecieron horas, cuando siente que le
tocan el vidrio de su lateral derecho, ¡es ella? -en su rostro se dibujó una
sonrisa total, dejando en el pasado sus dudas.
Ella le pidió que se
encontraran en el restaurante Italiano que estaba calle abajo, para tomar un
café y poder platicar. Llegaron y se estacionaron en el mejor lugar, era
temprano y los comensales aún no llegaban. Pasaron al restaurante, que
rememoraba a la campiña toscana, con un
ambiente de glamur moderno, aderezado con algunos detalles metálicos rescatados de las mudas batallas
que se libraron en esa región. Las
campanas del romanticismo tocaron a su corazón, -cuenta el Charquito.
Conste que charquito es el más asiduo detractor del melodrama romántico
por considerarlo meloso, empalagoso, nostálgico y por si fuera poco,
decadente. –prosigue la narración.
Todo el ambiente le
pareció estupendo realmente se sintió pleno, extasiado, el tiempo se había
detenido
Gísele así se
llama la novia de juventud, que digo de
juventud, de pubertad, sólo contaba con 11 años, cuando la chica de 16 años,
entro a su vida y a su cama. Cuenta el Charquito, que Gísele era la
persona que cuidaba de él cuando su
madre se iba al norte, a comprar fayuca, para luego vender entre sus amistades,
comercializaba artículos por encargo como era el caso de algunos
electrodomésticos y algunas armas de
fuego, de calibre permitido. En aquellos tiempos, el tráfico de armas no
contaba con tantas restricciones como en
la actualidad. Cuando su madre se ausentaba por días, Gísele tenía la
responsabilidad de asistirlo y de cuidarlo.
Como es sabido por propios y extraños, los espíritus chocarreros lo han perseguido sin tregua,
desde niño. Cuando se apagaba la luz, la noche obscura cubría todos los
rincones de la habitación del Charquito, lo invadía el miedo aterrador, que
paralizaba su entendimiento, cubría su rostro con las sabanas y se
bloqueaba los oídos con sus manos. Luego
lo vencía el sueño para finalmente despertar gritando con movimientos desarticulados presa del
pánico. La jovencita Gísele acudía a su auxilio.
Ese fue el preludio
de su romance, que se prolongo por más de 3 años. En las ausencias de su madre,
Gísele se hospedó de manera definitiva en su recamara, donde vivieron el
romance pleno, sin límites, sin restricciones, que aún después de tantos años
quedo grabado en cada una de sus hormonas. Las vivencias disfrutadas al lado de
Gísele, han sido un parte aguas, para poder resistir todo tipo de atropellos
surrealistas, que lo han llevado al punto límite de la locura.
En su vida
existió un sinfín de amores fortuitos
que desfilaron por la pasarela de su
soledad. Todas han sido importantes -cuenta el Charquito. Sin lugar a dudas ha
sido Gísele la más significativa, la que lo inicio en su vida sexual, fue ella
quien marco la pauta de su interminable búsqueda de la esencia misma.
Ahora, después de tanto tiempo vuelve a su
vida, ahora que la creía borrada de su
mente, solo representaba en su existencia
una pieza olvidada. Escuchábamos la historia sin dar crédito a lo que
narraba el Charquito, y esperábamos el momento oportuno para dar nuestro punto
de vista.
El Charquito prolongó
su relato por unos minutos más, detallando el trágico desenlace de
su prolongada vida marital. Sus hermanos se dieron cuenta de que algo
sucedía, entre la niñera y el Charquito y fueron solidarios con él, callaron
llenos de envidia por la suerte del “Charco” como ellos le decían. Cuando paso
el tiempo, la madre empezó a recibir reportes escolares, de que el niño se dormía
en clases, especularon sobre las posibles causales de tal conducta. El
psicólogo opinó que era depresión infantil causada por las excesivas ausencias
de la madre, el maestro opinaba que la conducta del niño era producto de la
alimentación deficiente. Otros opinaban que era normal, que todos los niños
pasan por esas crisis. Y la madre en vista de tan variados diagnóstico, se abocó
a supervisar al niño, para dilucidar la fuente del padecimiento de su hijo.
Para cuando el
Charquito entraba a la adolescencia, Gísele ya entraba a los veinte años, era
una señorita muy bella, coqueta, presumida y gozaba de gran aceptación por
parte del círculo masculino de su edad. Ella empezó a relacionarse y pasear con
sus novios por la plaza del pueblo. El Charquito, entró en un estado de rabia
incontenible producto de los celos que le quemaban las entrañas. Se lió a
golpes con más de algún enamorado de Gísele, urdió más de alguna estrategia
para deshacerse de sus rivales en amores, hasta llegar a atentar contra la vida
de ellos –cuenta El Charquito, que en efecto, lo que él quería era sacarles los
ojos.
Los reportes
aumentaron, ahora lo acusaban los vecinos y amigos de la familia. La
desconcertada madre no sabía que hacer ante tal situación, la sociedad había
etiquetado al Charquito como delincuente social. Gísele continuaba supliendo
las ausencias de su madre, para el Charquito el trabajo de su mamá era
sumamente conveniente, le permitía pasar un par de días en brazos de su
adorada. El tiempo se les iba volando, entre hacer el amor y cobrarse celos por
la vida disipada de ella, sus encuentros
se volvían un suspiro.
Los problemas de traslado de mercancías,
empezó a tener trabas legales, lo que provocó
que la madre del Charquito regresara a destiempo, recortando su viaje
acostumbrado. Llego de noche, sin avisar, para encontrarse ante la escena
idílica del Charquito y la niñera. Amorosamente abrazados o empernados, no
recuerdo bien que palabra utilizó. El escándalo que le armó su madre fue de
dimensiones incalculables -cuenta el Charquito. Cacheteó a la jovencita y la
echó desnuda a la calle a media noche, acompañada de una tropelía de insultos.
La acusó de asaltacunas, la amenazó con llevarla a prisión por violar a un
menor, entre otras tantas acusaciones. El Charquito vivió con desolación las
reprimendas de su madre. El seguimiento legal de la denuncia hecha por su
progenitora ante la autoridad, y posteriormente por orden del juez tendría que
acudir a terapia psicológica, para erradicar cualquier trastorno o trauma
futuro. Gísele, fue enviada al sur del
país, -por sus padres-, a un pueblo que ni teléfono tenia, al menos eso le dijeron al Charquito.
Perdió el contacto
con ella, hasta ahora que la volvía a hallar. La encontró bella pese a la edad,
el tiempo se había comportado como un aliado, transformado la belleza silvestre
por una sutil y exquisita presencia,
bien lograda, con la ayuda de afeites de la cosmética y de la educación. Durante el desayuno, se actualizaron a grosso modo
de sus vidas. Le contó al Charquito que estudio para educadora, que era
prospera y exitosa. Pero que existía un vacío en su vida. el Charquito
actualmente, es casado y con hijos y no quiso indagar a que se refería con el
“Vacío” de su vida.
Fue así como llego a
clases el Charquito, con los sentimientos a flor de piel, sus recuerdos de los
tiempos vividos volvieron como una descarga eléctrica de alto voltaje.
Cuando hubo
oportunidad, le manifestamos nuestro apoyo, tratamos de reconfortarle psicológicamente. Pero no falto la voz inquisitoria
que se lanzó en contra de la lagartona abusadora de niños- otra más argumento,
que la había salvado el tiempo, porque en la actualidad es sumamente penado ese tipo de sucesos, y
que la pedofilia se sigue de oficio. El Charquito, hizo caso omiso de los
comentarios, él se concreto a decir, que para todos era un acto aberrante, para
él había sido el despertar a la vida, mas cachondo que nadie podía imaginar.
La polémica, continúo
como tema de clase, donde el horizonte de comprensión se hizo presente, la
ingeniera dio su opinión basada en sus experiencias personales, la comunicóloga
dio argumentos propios de la sociología y las psicólogas retomaron la teoría de
Freud; la neurosis, los sueños, la sexualidad….
Cuando de pronto
nuestra vista, vuelve a ser objeto del ya olvidado Charquito… arrinconado, con
un rostro que reflejaba certeza,
pulsando las teclas del teléfono móvil
… Cuando nuestro pensamiento se
volvió voz – y se escuchó a unísono - ¿rencontrándose con su pasado?
