30 de agosto de 2012

GISELE Y EL CHARKITO / UN ROMANCE PUERIL - Por Lups Mezz


GISELE Y  EL CHARKITO / UN ROMANCE PUERIL

Por:  Lups  Mezz.

El día de hoy es un día templado en esta región tan gélida y húmeda, es  motivo de algarabía.  Las familias aprovechan para salir a la playa o bien para  reunir a la familia  al calor de un exquisita carne asada.  Para otros es un día de trabajo normal, es el caso del Charquito y compañía.  Llegamos  puntuales a la universidad, faltaba el único varón de la clase, su ausencia fue notoria, una a una fue preguntado donde andaría el Charquito, una opinó que se habría ido de juerga con sus amigos  los dobles XY, la otra comentó que seguramente se habría desvelado toreando a sus múltiples demonios, y no faltó quien comentara que su tardanza se debía al chat, y sus nutrido circulo de fans, a quienes entretenía contándoles su vida, azarosa, saturada de aventuras surrealistas.

En eso estábamos cuando entró  al salón de clases, sin hacer ruido y sin saludar, con un semblante triste, tal vez nostálgico. Se ubicó en su lugar adoptado por reincidencia permitida. Se sentó, abrió su maletín  para rescatar su laptop, y conectarla, parecía un autómata. Todas, incluyendo al maestro, seguimos con la vista el ritual pasmoso, sin dar crédito a lo que veíamos. Se cruzaron las miradas enviando mensajes visuales, acompañadas con gesticulaciones

-¿Qué le pasa al Charquito?-  la pregunta se dibujo en el rostro de las descontextualizadas  educandos.

El Charquito, siempre se caracterizó por ser optimista, dicharachero, cuenta cuentos, y fantasioso. Así nos acostumbró, esta faceta  sombría y triste, de plano reprobaba la imagen que teníamos de nuestro compañero. Paso la mañana, salimos al descanso programado, para luego continuar con la clase por demás interesante, sin embargo el estado de ánimo  había decaído. El Charquito nos había hecho transferencia, ahora todos estábamos en duelo, solidarios con su dolor, su nostalgia o que se yo.

Cuando el maestro se dio cuenta, del ambiente psicológico que se había formado alrededor del Charquito, no le quedo de otra, que romper el silencio pasmoso que se había creado.

–¿Qué pasa Charquito? ¿Te podemos ayudar en algo? – insistió amablemente el gentil profesor.

Mi caso es muy raro, profesor Lara.  Mis problemas son del alma -argumentó el Charquito. El profesor, realmente afligido trató de reconfortarlo. Esas cosas suceden, todos en algún momento de nuestra vida, nos sentimos desolados, en estado de orfandad, -le dijo sutilmente.  Continuó el afligido profesor.

-A veces el compartir puede ayudar. Si te place, podrías, si tú quisieras compartir tus penas- insto  el diplomático   Profesor Lara.

La necesidad de exteriorizar  su pena, era grande y el Charquito, aceptó el dialogo que finalmente se volvió monologo, a penas interrumpido de vez en vez  para constatar que seguíamos interesados en el tema.

Cuenta El Charquito que salió de su domicilio a la hora acostumbrada  con destino a la Universidad, cuando de pronto vio en el coche contiguo una figura femenina, con un rostro inolvidable para él. En el primer momento, volteo su rostro al lado contrario, se enjugo los ojos con el dorso de sus manos cerradas, no quiso creer lo que veía. Lo primero que se le vino a la mente fueron sus alucinaciones, pensó que sus demonios se habían disfrazado para sorprenderlo y hacerlo caer. Por su mente pasaron como una vorágine los pensamientos más impactantes al recordar, todos los tratamientos inquisitorios a los que se había sometido a causa de la persecución surrealista que desde niño había sufrido de manera inmisericorde. Es un fantasma eso es, sólo  un fantasma – pensó pasa sí.
Los escasos dos minutos que duró el semáforo en rojo le parecieron horas, cuando siente que le tocan el vidrio de su lateral derecho, ¡es ella? -en su rostro se dibujó una sonrisa total, dejando en el pasado sus dudas.

Ella le pidió que se encontraran en el restaurante Italiano que estaba calle abajo, para tomar un café y poder platicar. Llegaron y se estacionaron en el mejor lugar, era temprano y los comensales aún no llegaban. Pasaron al restaurante, que rememoraba a la campiña toscana,  con un ambiente de  glamur  moderno, aderezado con algunos detalles  metálicos rescatados de las mudas batallas que se libraron en esa región. Las campanas del romanticismo tocaron a su corazón, -cuenta el  Charquito.  Conste que charquito es el más asiduo detractor del melodrama romántico por considerarlo meloso, empalagoso, nostálgico y por si fuera poco, decadente.  –prosigue la narración.

Todo el ambiente le pareció estupendo realmente se sintió pleno, extasiado, el tiempo se había detenido

Gísele así se llama  la novia de juventud, que digo de juventud, de pubertad, sólo contaba con 11 años, cuando la chica de 16 años, entro a su vida y a su cama. Cuenta el Charquito, que Gísele era la persona  que cuidaba de él cuando su madre se iba al norte, a comprar fayuca, para luego vender entre sus amistades, comercializaba artículos por encargo como era el caso de algunos electrodomésticos   y algunas armas de fuego, de calibre permitido. En aquellos tiempos, el tráfico de armas no contaba con tantas restricciones  como en la actualidad. Cuando su madre se ausentaba por días, Gísele tenía la responsabilidad de asistirlo y de cuidarlo.  Como es sabido por propios y extraños, los espíritus  chocarreros lo han perseguido sin tregua, desde niño. Cuando se apagaba la luz, la noche obscura cubría todos los rincones de la habitación del Charquito, lo invadía el miedo aterrador, que paralizaba su entendimiento, cubría su rostro con las sabanas y se bloqueaba  los oídos con sus manos. Luego lo vencía el sueño para finalmente despertar gritando  con movimientos desarticulados presa del pánico. La jovencita Gísele acudía a su auxilio.

Ese fue el preludio de su romance, que se prolongo por más de 3 años. En las ausencias de su madre, Gísele se hospedó de manera definitiva en su recamara, donde vivieron el romance pleno, sin límites, sin restricciones, que aún después de tantos años quedo grabado en cada una de sus hormonas. Las vivencias disfrutadas al lado de Gísele, han sido un parte aguas, para poder resistir todo tipo de atropellos surrealistas, que lo han llevado al punto límite de la locura.

En su vida existió  un sinfín de amores fortuitos que  desfilaron por la pasarela de su soledad. Todas han sido importantes -cuenta el Charquito. Sin lugar a dudas ha sido Gísele la más significativa, la que lo inicio en su vida sexual, fue ella quien marco la pauta de su interminable búsqueda de la esencia misma.

 Ahora, después de tanto tiempo vuelve a su vida, ahora que  la creía borrada de su mente, solo representaba en su existencia  una pieza olvidada. Escuchábamos la historia sin dar crédito a lo que narraba el Charquito, y esperábamos el momento oportuno para dar nuestro punto de vista.

El Charquito prolongó su relato por unos minutos más, detallando el trágico  desenlace de  su prolongada vida marital. Sus hermanos se dieron cuenta de que algo sucedía, entre la niñera y el Charquito y fueron solidarios con él, callaron llenos de envidia por la suerte del “Charco” como ellos le decían. Cuando paso el tiempo, la madre empezó a recibir reportes escolares, de que el niño se dormía en clases, especularon sobre las posibles causales de tal conducta. El psicólogo opinó que era depresión infantil causada por las excesivas ausencias de la madre, el maestro opinaba que la conducta del niño era producto de la alimentación deficiente. Otros opinaban que era normal, que todos los niños pasan por esas crisis. Y la madre en vista de tan variados diagnóstico, se abocó a supervisar al niño, para dilucidar la fuente del padecimiento de su hijo.

Para cuando el Charquito entraba a la adolescencia, Gísele ya entraba a los veinte años, era una señorita muy bella, coqueta, presumida y gozaba de gran aceptación por parte del círculo masculino de su edad. Ella empezó a relacionarse y pasear con sus novios por la plaza del pueblo. El Charquito, entró en un estado de rabia incontenible producto de los celos que le quemaban las entrañas. Se lió a golpes con más de algún enamorado de Gísele, urdió más de alguna estrategia para deshacerse de sus rivales en amores, hasta llegar a atentar contra la vida de ellos –cuenta El Charquito, que en efecto, lo que él quería era sacarles los ojos.

Los reportes aumentaron, ahora lo acusaban los vecinos y amigos de la familia. La desconcertada madre no sabía que hacer ante tal situación, la sociedad había etiquetado al Charquito como delincuente social. Gísele continuaba supliendo las ausencias de su madre, para el Charquito el trabajo de su mamá era sumamente conveniente, le permitía pasar un par de días en brazos de su adorada. El tiempo se les iba volando, entre hacer el amor y cobrarse celos por la vida disipada de ella,  sus encuentros se volvían un suspiro. 

 Los problemas de traslado de mercancías, empezó a tener trabas legales, lo que provocó  que la madre del Charquito regresara a destiempo, recortando su viaje acostumbrado. Llego de noche, sin avisar, para encontrarse ante la escena idílica del Charquito y la niñera. Amorosamente abrazados o empernados, no recuerdo bien que palabra utilizó. El escándalo que le armó su madre fue de dimensiones incalculables -cuenta el Charquito. Cacheteó a la jovencita y la echó desnuda a la calle a media noche, acompañada de una tropelía de insultos. La acusó de asaltacunas, la amenazó con llevarla a prisión por violar a un menor, entre otras tantas acusaciones. El Charquito vivió con desolación las reprimendas de su madre. El seguimiento legal de la denuncia hecha por su progenitora ante la autoridad, y posteriormente por orden del juez tendría que acudir a terapia psicológica, para erradicar cualquier trastorno o trauma futuro. Gísele, fue  enviada al sur del país, -por sus padres-, a un pueblo que ni teléfono tenia, al  menos eso le dijeron al Charquito. 

Perdió el contacto con ella, hasta ahora que la volvía a hallar. La encontró bella pese a la edad, el tiempo se había comportado como un aliado, transformado la belleza silvestre por una sutil y exquisita  presencia, bien lograda, con la ayuda de afeites de la cosmética y de la educación.  Durante el desayuno, se actualizaron a  grosso modo   de sus vidas. Le contó al Charquito que estudio para educadora, que era prospera y exitosa. Pero que existía un vacío en su vida. el Charquito actualmente, es casado y con hijos y no quiso indagar a que se refería con el “Vacío” de su vida.

Fue así como llego a clases el Charquito, con los sentimientos a flor de piel, sus recuerdos de los tiempos vividos volvieron como una descarga eléctrica de alto voltaje. 
Cuando hubo oportunidad, le manifestamos nuestro apoyo, tratamos de reconfortarle  psicológicamente. Pero no falto la voz inquisitoria que se lanzó en contra de la lagartona abusadora de niños- otra más argumento, que la había salvado el tiempo, porque en la actualidad  es sumamente penado ese tipo de sucesos, y que la pedofilia se sigue de oficio. El Charquito, hizo caso omiso de los comentarios, él se concreto a decir, que para todos era un acto aberrante, para él había sido el despertar a la vida, mas cachondo que nadie podía imaginar.

La polémica, continúo como tema de clase, donde el horizonte de comprensión se hizo presente, la ingeniera dio su opinión basada en sus experiencias personales, la comunicóloga dio argumentos propios de la sociología y las psicólogas retomaron la teoría de Freud;  la neurosis,  los sueños, la sexualidad….

Cuando de pronto nuestra vista, vuelve a ser objeto del ya olvidado Charquito… arrinconado, con un rostro que reflejaba certeza,  pulsando las teclas del teléfono móvil     Cuando nuestro pensamiento se volvió voz – y se escuchó a unísono - ¿rencontrándose con su pasado?


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