excrecencia intelectualoide en las nuevas formas de expresión artística


La «regeneración espiritual» de la literatura se subsume en un medio funcionalista para ilustrar a la masa de ignorantes pelados y en una estrategia publicitaria para escalar niveles sociales y distinción egocéntrica. Cultura que se disfruta como un privilegio, pero que —como decía el máster Aníbal Ponce— envilece tanto como el oro. Más que en una individualización creadora, las transformaciones del sistema literario encuentran su explicación en factores sociales, económicos y políticos; en la secuencial línea cronológica de los asuntos de la hegemonía cultural, más que en la genialidad estética. Lo que prevalece es un elitismo homogéneo de difusión masiva y las pocas innovaciones que se proclaman en el enorme arquetipo de las letras se deben a una fractura de los códigos de la escritura y a la ingenuidad de la fantasía. Todo lo demás constituye una excrecencia intelectualoide en las nuevas formas de expresión artística y un academicismo obsoleto aún no superado en las nociones teóricas del arte y la cultura. El imaginario poder de las palabras se ha instrumentalizado en un «constructo» de hipertextualismo deficiente y epizótico que ya no relaciona los hechos literarios con los momentos del tiempo presente.


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