IDEM O ALGO ASÍ COMO EL CHARKITO / por LUPS MEZZ


[UNA BIOGRAFÍA NOVELADA DEL  CHARCOMEN]

 por LUPS MEZZ


En la universidad, conté con el privilegio de haber compartido  el aula con el cerebro más maravilloso que haya conocido nunca; extraordinaria memoria, capacidad de análisis,  elocuencia y sobre todo disposición actoral que absorbía  la atención absoluta de los interlocutores. Podía pasar horas escuchando,  sus temas eran  de  interés innovador, parecía que  las conversaciones abordadas tenían un halo de misticismo, aderezado con aires de cientificidad. Siempre me quedaba con la sensación de que mi historia  de  vida era su inspiración.  Anhelaba los días de clase para escucharlo  al tiempo de percibir un estado hipnótico aunado  con ese letargo de incredulidad que me embargaba. Cuando lo escuchaba siempre me repetía con admiración la elocuencia de ese individuo para narrar lo incognoscible y armar historias de leyenda con la certeza de haberlas vivido.

Un buen día le dije - ¿cómo vez Charquito, me autorizas a narrar tus vivencias? Hazlo me dijo-  Yo  puedo escribir cualquier cosa menos  narrar mi vida - órale le conteste –  tendrás que firmar la autorización para  evitar  demandas en el futuro.

Pasaban los días y una vorágine de  actividades fuera de programa absorbían mi tiempo y la promesa regalada al Charquito, estaba sin cumplir. Como empezar esta historia, era mi preocupación, pensé en darle claridad, orden y por supuesto  dar el primer  paso. Un buen día amanecí con gran entusiasmo  pensé que había llegado el momento de iniciar la narración de esta historia contada por el Charquito pare por darle sentido al apodo que  se autoimpuso. Cuando más conocía su historia más comprendía porque su afamada identidad CHARKITO.BLOGSPOT.COM.


Las historias contadas por Charquito se cuentan por cientos, cada una  tiene, su propia propuesta ubicada en espacio y tiempo.  Cuenta  Charquito que él  siempre ha sido muy perseguido por los seres surrealistas, o tal vez me dijo, de ultratumba- no lo recuerdo de cierto, pero en esencia la historia tiene sus altas y bajas...  Él era un asiduo deportista, y en el campo de alto rendimiento  donde  él y otras personas coincidían en su deporte favorito, correr.

La vanidad del Charquito era extrema, sus tiempos de tener un cuerpo atlético y su juventud preciada ya estaban lejos, sin embargo se aferraba a conservar sus dotes de galán; lo mismo recordaba a sus innumerables aventuras amorosas, como también su incursión en el mundo de la actuación, aunque esta solo haya sido por breve tiempo. Fueron los dólares quienes lo mantuvieron vigente en la industria de cine pornográfico, disfrutaba los dones de la vida, así como el placer de gastar  indiscriminadamente sus  bien ganados billetes verdes.


El correr todos los días, indistintamente del horario que le permitiera su apretada agenda, siempre era un placer estar solo con sus recuerdos. Fue así cuando en una mañana nebulosa corría, como era su costumbre iba ensimismado con   sus recuerdos, lo único legitimo que tenia, y que  defendía para  sí, sin lugar a dudas  eran  aquellos nostálgicos tiempos idos;  daban  sentido a  su existencia, eran su fiel compañía  en los momentos más obscuros de monotonía.  La vida dura que había llevado,  la diplomacia natural y su refinada cultura habían hecho de él un exitoso ejecutivo.  El mantenerse esbelto, guapo y joven era una liturgia que   practicaba con ahínco, su profesión  lo  ameritaba.
Esa mañana  fue un día  muy  especial, sus compañeros fieles y fortuitos no estaban a su lado, fue   extraño, para él  - sin embargo no se desmotivo, continuo corriendo, como era su costumbre.

Cuando había corrido quince kilómetros, consulto la hora en su inseparable reloj de oro, que aun conservaba de aquellos tiempos de bonanza, cuando el actuar en películas no aptas para menores le había dejado una mansión y mucho placer;  que aún ahora después de tanto tiempo, el recuerdo  de los momentos vividos dejaba una placentera sonrisa en su rostro.  Respiró profundamente, cuenta el Charquito, -y prosiguió su carrera,  20 kilómetros  era la meta siempre  cumplida y  ahora no seria la excepción. 


Vio a lo lejos un bulto que corría en sentido contrario a él y pensó- este debe de ser nuevo por aquí, aún no sabe que para estar en armonía con el universo y alcanzar la plenitud, debe correr siguiendo el sentido de las manecillas del reloj. Los que ejercitaba en ese parque lo sabían tal vez porque alguien se los dijo o solo era sentido común; el inicio de la carrera tenía una pendiente de inclinación que favorecía a todos aquellos que aún no  contaban con la energía requerida. Sus pupilentes se habían quedado en casa, la neblina no ayudaba mucho y esa figura humana tampoco le iba a intimidar. Su trote se hizo más persistente, y levantó su mano derecha para regalar  un saludo a tan inesperado deportista.


—Hola ¿cómo va el día?


No tuvo que esperar la contestación, para cuando su piel se le puso chinita y un frio corrió todo su cuerpo, el tiempo se detuvo, la vista se nublo y en su garganta se ahogó un grito desesperado. Ante su vista estaba un ser antropomorfo, ¿Era un puerco? ¿Era una mujer?, eso no importaba, la sensación de estar frente a lo incognoscible aturdió sus sentidos y los segundos se volvieron minutos y los minutos se volvieron horas. Cuando pensó que enloquecía,  pego un grito aterrador, trato de correr sus piernas no lo obedecieron. Ese ser sacado de una película de  terror amenazante con una gran  espada gótica, la hizo  pasar por el suelo, que al rosar con el granito, destellaba chispas como si una grotesca luz de bengala  se incendiara amenazando con devorarlo.  Veía con terror que las chispas golpeaban su cuerpo y el dolor acentuaba su desesperación.

Por su mente pasaron pensamientos que rayaron en la angustia y la desolación tenia que encontrar respuesta y pronto ante tal situación. De pronto las luces se apagaron, el rostro más  grotesco nunca antes visto, se abalanzó hacia  él,  las taquicardias casi lo matan, solo lo mantuvo  en pie las ansias de  vida. Luchaba contra ese  personaje  al cual golpeaba con todas sus fuerzas,   a ese ser movedizo,  sin acertar darle ni un solo golpe. Acrecentaba  su desolación, opto por gritar pidiendo ayuda, el pánico había hecho presa de él.   La vista se nubló.


El Charquito despertó en un cuarto de paredes blancas, su desorientación paso de golpe, al darse cuenta de que estaba postrado en una cama de hospital. Busco el rostro de alguien conocido, a distancia prudente se encontraba una enfermera, esta al percatarse de que había vuelto en si acudió en su ayuda para reclinarlo y adecuar su postura.


—¿Cómo se siente? –preguntó la enfermera.
—¡Bien¡ contestó - eso creo.   
—¿Qué sucedió porqué estoy aquí?, preguntó  


E, inquisitivamente- la enfermera continuó su labor y sólo atinó a decir:


-—En unos minutos estará aquí su médico tratante- ¡espere por favor¡ él dará respuesta a sus preguntas.


El médico atendió al  Charquito, después de ese momento, fue un ir y venir del hospital  a los laboratorios, para realizarle una serie de estudios  con tecnología de punta a fin de  corroborar el diagnóstico. El caso clínico del Charquito creo expectación y desconcierto, fue motivo de juntas médicas y consultorías externas. Simplemente el diagnóstico era incierto. Por momentos  dudo si estaba recibiendo atención médica o era presa de una conspiración policiaca. Repetía una y otra vez lo sucedido, lo más apegado a la realidad o al menos a sus recuerdos.


Después de dos meses de ajetreo, el médico tratante le informó al Charquito que debería someterse a una intervención  quirúrgica, lobotomía tal vez así me dijo- a la brevedad posible. Se realizaron los trámites y permisos del seguro medico, correspondientes y se procedió a realizar la operación directamente al cerebro, a decir verdad, fue intervenido de manera directa el cerebelo.
Al abandonar el hospital se le entregó  al Charquito, un frasco con un pedazo de cerebelo que se le extirpo, que ha decir del  médico, era lo que le sobraba y al no caber en la cavidad  del cerebelo ocasionaba que tuviera esos episodios de esquizofrenia.  Él  se  fue feliz  a casa, recuperado, descansado y convencido de que esa pesadilla pertenecía al pasado.


Las primeras noches durmió con la placidez  propia de un niño, como aquel que tiene a sus pies la gloria celestial.


—¡Ya la hice¡  -pensó para sí.
Pasaron algunos días y le empezaron a perseguir sombras que pasaban con gran rapidez ante su vista, solo veía eso ¡sombras¡  Al principio no le dio mucha importancia, al pasar de los días, empezó a soñar al mismo personaje siniestro causándole tanto o más pánico. En reiteradas ocasiones despertó bañado en sudor, dando gritos y realizando movimientos corporales que parecían forcejeos  con algo invisible.


Al principio, no le dio importancia pensó que pasaría pronto. Asistió al médico tratante, y ordeno se le practicaran otra pila de estudios clínicos para verificar  o descartar la reincidencia de su padecimiento. Los meses transcurrieron, los estudios iban y venían,  y los desconcertados  galenos, solo movían la cabeza,  se veían  unos a otros con implícita frustración. La  vida seguía su curso y el Charquito cada vez más desmejorado.  El impacto se reflejaba  en su vida laboral,  sus ausencias   se habían traducido en una merma salarial y en una acentuada molestia para sus jefes por los frecuentes permisos, que había precisado su enfermedad.


Cansado de tanto intento fallido empezó a indagar por su cuenta, compro un sinfín de libros, relacionados con la activación de la energía, las chacras, las filosofías  orientales  y no quedo ningún libro hebreo que no hubiese sido leído por él. En su desesperación algún amigo afligido por su situación le presto libros sobre la cábala, el cual fue la antesala para llegar a los libros esotéricos.  Para evitar ser molestado por sus demonios,  leía hasta  altas horas de la noche y en mas de alguna ocasión, los rayos matinales saludaron su maltrecho levantar.

—Esto  vale la pena  -pensó el Charquito- si el leer ayuda a mejorar mi calidad de vida  o al menos  ayuda a olvidar.

Nada funcionaba su pobreza iba en aumento, gastaba en comprar libros, luego en adquirir todos los ingredientes de los rituales recomendados, nada le daba resultado. Pasaba el tiempo y  aumentaba su desesperación.


Un buen día, su jefe le dijo- mira este libro lo compre dos veces por error, te regalo uno, ojala te sirva.  El libro era de alquimia: “Los doce alquimistas mas sobresalientes de la Edad Media”  y al llegar a su casa lo dejo en ningún lado, el libro quedo olvidado por  meses.

Charquito, estaba ojeroso, su rostro cada vez más demacrado, su trastorno de sueño había hecho mella en él. Su frustración había mermado su fe en la ciencia y la  terapia  psicológica había sido  infructuosa, realmente se sentía solo.  Paso varios días, postrado en cama, sus energías se habían  agotado de tantas deudas de sueño y  la alimentación  precaria.   Sus compañeros de trabajo habían consumido  sus recursos al tratar de ayudarlo sin obtener resultados; ahora solo tenía en su alma la sensación de orfandad. En eso estaba cuando fijo su vista en el libro de  alquimia, obsequio de su jefe, estiro el brazo para alcanzarlo, muy a su pesar lo empezó a leer, y  dijo para si- total he leído tantos, uno más no importa. Con la salud tan deficiente leyó  por ratos,  con marcado interés.


Continuaba viendo con frecuencia al personaje escalofriante, que no por mucho verlo había mermado su  pavor  extremo.  Su  situación empezó a empeorar,  al  empezar  a somatizar con alucinaciones auditivas.  Escuchaba  ruidos bien localizados, que lo despertaban con toda rapidez, presa del  irreflexivo miedo que calaba hasta los huesos. Un día como tantos, despertó malhumorado, irascible, y envalentonado. Estaba decidido a acabar con esa situación lo más pronto posible, o la situación  acabaría con él.


Pensó en todas las virtudes que él tenia, sus estudios profesionales, vio colgados  en la pared, docenas de títulos honoris causa, y reconocimientos  que el gobierno de la ciudad le había otorgado, por ser digno representante y el mayor divulgador de la cultura regional de la última década. Su rostro se transformo  dejando ese halo de enfermo crónico, para dar paso a un destello de esperanza reflejado en la vivacidad de sus ojos. Pensó para si-- Si esta enfermedad es real; médicos, neurólogos, psiquiatras y psicólogos  no han  podido hacer mayor cosa por mí,  pese a lo innovador de sus tratamientos, entonces, eso quiere decir que debo cambiar la estrategia.  La vida es  grandiosa, la quiero vivir en salud y evitar que me saquen el cerebro por partes. Ese día fue de gran reflexión. Él había determinado que su vida cambiaria, - ¡lo mejor estaba por venir!


El Charquito había dispuesto, que dejaría de lamerse las heridas,  su tiempo estaba comprometido,  lo  dedicaría   por entero a estudiar las causas de su trastorno  psicológico. Se aboco a estudiar la energía atómica, leyó a los iniciados en las células patológicas, indago sobre las aportaciones y legados  de los   alquimistas, y por fin llego a la medicina    tradicional.


Se sometió a innumerables, tratamientos  que sembraron una estela de dolor y pesadumbre, realmente parecían torturas inquisitorias. Fue un paciente dócil y disciplinado, asistía el  día y hora determinada, no importaba que fuera en la montaña, el desierto o el mar a las 12 de la noche, ni que tanto frio o calor hiciera. El Charquito ahí estaba  al pie del cañón. Pese a lo rudo del tratamiento,  su recuperación era incipiente.

Cuando el Charquito hacia un balance sobre su vida, venían recuerdos de sus experiencias vividas, amores fallidos, relaciones sentimentales terminadas abruptamente, por celos o   por la incomprensión de su vida actoral, donde  hicieron  estragos  la  mezcla  fatídica compuesta por la  cultura  local  y la falsa moral.  El Charquito rescato del olvidó a la mujer más hermosa, maravillosa, la más tiernamente amada y la más sentida.


—¿Qué habrá sido de ella?  Mi dulce Jesusa  – exhaló un profundo suspiro.


Todos los días asistía a su tratamiento, su estado de ánimo había mejorado, no así sus visiones, del ente antropomorfo que cada vez le causaba una fobia incontrolable. Estaba cansado de  no dormir y  extrañaba su propia compañía. ¿Cuándo me vestiré a gusto sin sentir que soy observado?-pensaba con gran abatimiento.


El tratamiento fue muy variado, se le solicitaba  ¡cada cosa¡ que por rara y absurda que fuera el siempre cumplía el mandato de su chamán. Un día le solicito que  tenía que poner en su casa en el lugar específico  donde él hubiese sentido la presencia del ente, la cantidad mínima de doce cebollas y que tendrían que ser regaladas por personas desconocidas. La indicación incluía  el requisito de que  tendría que publicitar en los medios de comunicación la solicitud de que cada persona que lo estimara, le obsequiara  una  cebolla, esta la   tendría que colocar en su casa, sin despreciar ninguna. Todas las cebollas  tendrían un espacio  en su casa.

El Charquito, muy obediente, pensó y redacto el mejor mensaje de solicitud, echando mano de su sencillez, elocuencia y diplomacia. Era urgente acertar porque no había una segunda oportunidad, debería colocarse el material  recibido en fecha y hora previamente especificada. El Charquito, envió el mensaje por las redes sociales,  pero como su salud y su vida estaba en juego, no quiso fallar, reforzó a través  del pre-pago,  el derecho de mensajes en la radio, la televisión y en los periódicos locales.

Llego el día esperado, charquito se levantó nostálgico, recordando a su familia, a sus amigos de infancia, compañeros de sus múltiples trabajos, todos ellos estaban presentes en su memoria, a sus novias furtivas de plano no quiso dedicarles ni un solo pensamiento, sólo Jesusa se filtró como la humedad, en su nostálgicos recuerdos.


 –Mi Jesusa, cuánto te quise o tal vez aún te quiero- pensó el Charquito- al tiempo que dejaba escapar al viento  el más tierno suspiro.


Salió debidamente acicalado como aquel que va al encuentro de su primer día de  innovada  existencia,  abrió la puerta principal de su casa,  ¡tal fue su sorpresa!  -ya estaba una fila de cientos tal vez miles de personas, para entregar al Charquito la donación  solicitada,- él no pudo menos que enjugar una lagrima de  felicidad, al darse cuenta de cuan apreciado era. Uno a uno fue entrando para depositar las cebollas,  la  cuál, él no debería de tocar. Se fueron llenando las recamaras, los baños,  la sala, y los voluntarios surgieron por doquier, empezaron a reacomodar  el espacio de cebollas  auxiliándose de palas y algunas tablas para el soporte. Llenado el espacio interior,  el resto se quedo en el patio, el jardín el garaje, todo quedo repleto, tubo como limite  la generosidad  de los innumerables  fan.

El último en salir fue  el Charquito.  Cerró con llave,  dispuso  ir a  dormir al hotel más cercano, pues su casa debería estar sellada por 21 días, en tanto su vida tendría que seguir.


Al día siguiente, el Charquito se levantó más animoso que nunca, pensó- que bonito es recibir el cariño de la gente, fueron miles de cebollas recibidas, la meta mínima era de una docena. Sin lugar a dudas hoy acabo de recuperar la autoestima, yo que pensé que la gente no me apreciaba. Ese día fue de festejos,  la armonía reino en el trabajo. 

El Charquito salió  a comer, como era su costumbre,  noto que la gente le regalaba una sonrisa, algunos le daban la mano y otros le deseaban suerte acompañado de una palmadita en el hombro. Las manifestaciones de afecto  se volvieron  una costumbre. El buen ánimo, la salud, los amigos, el dinero y la suerte; todo volvió ha hospedarse en la vida del Charquito.   

En una ciudad lejana, “El extra de la tarde”, anunciaba la noticia de primera plana,   Jesusa Trezequix, gran ejecutiva y mujer de negocios ha enloquecido, salió desnuda a la calle gritando “estoy encebollada, no soporto este  olor”. 

Noticias subsecuentes, informan que la encebollada ha sido declarada clínicamente  esquizofrénica, de alto riesgo  y peligrosidad, pasara el resto de su vida en tratamiento psiquiátrico, bajo  estrictas normas de seguridad.

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