
El máster Pepe Revueltas afirma que en el momento en que la razón se disfraza, parlando el lenguaje de Esopo, los filósofos han de convertirse en perros, caballos, elefantes o cabrones que hablan y piensan antropomórficamente a través de una «crítica» elusiva, indirecta, pusilánime y complaciente. Ascesis de escribir sin decir nada o puerta abierta al oportunismo, la doblez y la ambigüedad: el escritorzuelo, articulista o gacetillero, mediante imposturas y falseamientos, se sirve de dicho lenguaje; y cuando es llamado a moverse teóricamente, lo hace aplicando groseras fórmulas anfibológicas o lanzando lisonjas de filisteo con el fin de acomodarse u obtener la prebenda de rigor. De esa manera, su «crítica» merece ser leída o escuchada, se vuelve glorioso ejemplo y se acepta el meritorio discurso porque se ha desprendido del «núcleo racional» —transustanciándose en una «crítica-acrítica»— en la que prevalecen únicamente los raseros de la «superestructura emocional», de una conciencia vacía de contenido que opera con el puro entusiasmo o el optimismo. Entonces, se logra el propósito de que las palabras ya no digan nada. Como afirma Revueltas: «Las palabras pierden por completo la significación que indican, como ocurrió con la ideología cristiana por los tiempos en que el agitador Savonarola intentó restituir las vaciadas significaciones a la pureza original de su antiguo contenido. La horca hizo pagar a Savonarola su osado proyecto de arrancar a la fe religiosa de su optimismo y complacencia ideológicos, y las palabras continuaron vacías» [Dialéctica de la conciencia, libro 20, p. 225].