UN PAR DE CACHIRULEROS


—¿!Maestros talleristas esos güeyes!? ¡Rediez!
—¡Nooooo…maaaames-güeeeyy!
—¿Dónde andará cagando el Diablo?
—¿Porqué?
—Porque sucede que ese par de cachiruleros, como la mayoría de las cofrades de su grupúsculo tertulero, no son capaces ni de mudarles las bacinicas a sus abuelas. Sin embargo, porque son buenos para hacer pasar por literatura los falsos balidos y realizar dobleces (y no precisamente en las hojas de papel), por la ley de la causalidad de los amarres y apalabres, se han conjurado para promoverse como institutrices de cursitos y tallercitos seudoliterarios.

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