LA OTREDAD DEL CHOLISMO TIJUANENSE [O CALDITO DE POLLO PARA EL ALMA DE LUIS H. CROSTHWAITE]


CAPÍTULO XXIV
REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 •


LA OTREDAD DEL CHOLISMO TIJUANENSE
[O CALDITO DE POLLO PARA EL ALMA DE LUIS H. CROSTHWAITE]


A principios del mes de octubre de 2008, el máster Martín Romero escribió un articulejo intitulado «Sentimientos verbales», haciendo mención del ente —y a mucho orgullo— fronterizo, escribano paridor de la novela «El gran pretender».
El texto de Romero refiere lo siguiente: «Un vecino, lector de “Bitácora Norteña”, me reclamó que no pelara a los escritores locales. “Ay sí, puro Octavio Paz, puro Borges, puro Mario Vargas Llosa rifa en tus textos”, dijo con tono sarcástico. A mi impugnador le mostraré que está equivocado. Comencemos. No hace mucho me enteré que al cuentista Luis Humberto Crosthwaite se lo estaba llevando la chingada. Y ese estado de aguda congoja dicen que hasta su compadre Roberto Castillo Udiarte acudió al llamado de auxilio y el poeta tecatense lo alimentó, por varios días, con caldo de pollo para sanarle el alma, se debió a su divorcio con Teresa Vicencio Álvarez, directora del Centro Cultural Tijuana. ¿Qué le recomiendo al divorciado de Crosthwaite? No rezar porque ya se lo chingaron. Algo mejor: no desesperarse pues de nuevo tendrá la oportunidad de elegir entre miles de nalgas (y otras cosas). Por otro lado, el autor de “No quiero escribir no quiero” tiene algo a su favor: sacar todo el ácido de su cuerpo, dolido y humillado, para transmutarlo en una novela o en un puñado de cuentos. Así, Crosthwaite podría verbalizar su vida sentimental accidentada que, para su mala fortuna, concluye agriamente. Un último consejo: Luis Humberto Crosthwaite debe tener los güevos bien firmes (y si aúllan mejor signo de vitalidad, un aullido histérico capaz de asustar a los perros callejeros de la ciudad) para enfrentarse al Huracán de la Chingada con los puños bien apretados y los labios hinchados de rabia. (Puede usar las espuelas que tengo bien clavadas en las páginas de esta “Bitácora Norteña”. No hay bronca, se las presto.)»

—Sí, caldito de pollo con ayes y lamentaciones sopeadas con moco y lágrima. Todo por un solo precio como en «Gualdos».

Haría bien el bato en aprovechar todos esos «componentes» para literaturizarlos en su momento oportuno, aunque valga más el subjetivismo espiritualizado que trae en boga el autor en su narrativa de divina intercesión, de dualismo ontológico, de mesianismo de supermercado.

—Pero eso qué importa, si el romanticismo es de procedencia extraliteraria y... miren nomás, llegó a consolidarse como el centro neurálgico de la doctrina estética del «sturm und drag», adquiriendo caracteres esencialmente literarios.

Nuestro preocupado narrador, y que sobre los soportes de realismo «front-erizo» "denunciaba" —en el estilo de Arturo Cova de «La Vorágine» de don Eustasio Rivera— la belleza pretérita del cholismo tijuanense, luego de haber sido liberado del yugo marital, ripió en un estado de misticismo que lo colapsó hasta enjaretarle forma literaria.

—¿El resultado, men?

Una noveluca sin marca significativa de identidad que se abre de páginas con el membrete de «Aparta de mí este cáliz» (editorial Tusquets, febrero de 2009). Una especie de cohete cebado de una narrativa en proceso de despegue y que todavía (y por mucho tiempo) seguirá en el proceso de despegue.

CAPÍTULO XXIV del TOMO 2 de la blognovela
«REGÜELDOS TERTULEROS O LA DEFORMACIÓN DE LOS HÉROES LITERARIOS DE LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO»


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