AUTOTÉLICO MENSAJE ELECTRONICO



AUTOTÉLICO MENSAJE ELECTRONICO

Va esta aclaración en dirección post-fáctum, es decir, por consecuencia y no por alegato apriorístico de querer ser lo que no se quiere ni se puede ser. Las señales obscenas de un sistema semiótico verbal, por más que se pretendan ocultar o camuflar, siempre llevan el sello distintivo-estilístico de quien redacta un texto con el que se intenta atribuirle la autoría alguien que nada tuvo que ver con su redacción.
¿A qué me refiero? A que algún ser incróspidamente melolengo y de cultura cerril, ostentándose con el nombre de «Héktor Henríque, Charcomen» (y no Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen, como yo rubrico mis reseñas o articulejos), se ha dado ha la gran faena de abrir la cuenta de correo (charkoman@gmail.com) para enviar un libelo, supuestamente, escrito y firmado por miguel (o sea, por mí); y en el que —pasticheándose algunas expresiones usuales de mi cosecha verbística— despotrica contra el recién nombrado director del CECUT, contra la anterior titular de dicho organismo buenoparanada y contra la casta culturera tijuanaca.
Nada de lo que contiene el referido libelo es de mi autoría ni de mis proporciones imprecativas.
Advierto que mis dos cuentas de correo electrónico son estas:

ektorcharkito@yahoo.com.mx y ektorcharkito@hotmail.com; y nunca de los nunca jamases he abierto alguna otra con gmail.com.

Por otra parte, es cierto que soy cabronamente grosero, pero tengo mi estilacho, y, a no ser que míster Crósguait fuera mi enemigo o, bien, un perfecto pendejo para elaborar literatura, me atreveria a decirle «huevos de cochi», pues es uno de los pocos letreadores que respeto; como tampoco proferiria en contra de la madre de sus hijos, su exguaifa la doña Tere Vicencio, el epíteto de tapu. Y en lo que toca a la ruca de nombre Ernestina Fidelia Gónadas, ni en el mundo la hago y nada tengo en contra de ella para llamarla malparida (hasta ahora sé de su existencia).
Cuando encañono mis baterías cretinescas lo hago en contra los cretinos que se lo merecen y, además, como ya lo he dicho en uno de tantos textículos que he redactado, la crítica de los asuntos de la literatura y el arte no se puede orientar con simples melindres y bagatelas cuando no dispone de armas teóricas, ya que toda faena escritural exige cuando menos un poco seso y contener elementos demostrativos para no quedar en la contumelia, el baldón y el gazpacho clamorero.
El discurso que contiene el ímeil del supuesto y apócrifo «Héktor Henríque» se haya fraguado bajo formas expresivas que parecen extraídas de un larvario estado mental, infantilismo primitivo y pobretería mental, arrogancia, un apasionamiento insensato por simples estupideces. Y no está de más decir que lo que «mi doble» empitona es una puerilidad nefasta, un desplante de sinrazón, un nihilismo de reproche taimado, o sea, politiquería barata como ajuste de cuentas. Y todo para no instalar el cerebro en una polémica o debate de ideas.
Es verdad que una «crítica» ejercitada con balizajes estrepitosos es la que yo me impongo, una crítica rompedora de madres, pero siempre tratando de argumentar mis posiciones (teóricas, sociales o sexuales, según sea el caso).
Y cito lo que ya he dicho antes: hay libertad para escupir sobre quién sea, faltaba más. Yo mismo lo he estado haciendo, lo hago y lo seguiré haciendo. Pero al desplegar la contundencia sobre el sujeto que critico, siempre me he puesto frente a él, procurando no zarandear las cenizas que ya ardieron.
Mi punto de partida es el producto que elabora el bato o la ruca a quien le aviento putacazo. Todo parte del objeto analizado, y la declarada tendencia de hacerlo figurar como un papanatas, babosete, blofero o cretino —espetándole en su cara todo tipo de descalificativos, imprecaciones o virulencias verbales— es por desmérito propio y no porque a mí se me antoje decir tales chingaderas o porque las suelte nomás de puras barbas.
Si he despotricado en contra de un guataclán de cabrones —escritores, supuestos intelectuales, estetas de fibracel, cretinos inflados de chinguetas, etc— lo hago porque me respaldan argumentos válidos para ello. Y si tildo de chupapollas, zampaboñigas, vergueros o sarreados a ciertos huéspedes de mis cretinadas, es porque tengo mis razones fundadas: he leído, releído, analizado y espulgado pormenorizadamente lo que escriben mis «criticados» y sé lo que representan como hacedores de productos culturales. Suficiente motivo tengo para decirles a dos tres cabrones que son pendejetes o chinguetas, según sea el caso.
Bastantes razones hay de mi parte para esgrimir que el fulano o zutano es un charlatán de la literatura o un babiecas cuando ejerce su talacha escritural.
Las mismas razones fundadas para arremeter contra oportunistas y malabaristas del lenguaje y demás mamertos. Y para legitimar la escupidera que aviento no me baso en simples especulaciones o deducciones de bajo perfil sicologista (aunque sirven como elementos auxiliares pero no son suficientes para justificar el discurso). Me sirvo de la fuente teórica o empírica para que el manojo de palabras no se sostenga solamente con ganzúas hipotéticas o con probabilidades de escasa concreción expositiva.
Por último, cabe destacar que el autor del texto es un ignorantazo del calado del Gerardo Navarro que no sabe ni siquiera como se escriben los términos voluptuoso («voluptuso»), excremento («escremento») y sesera («cesera»); inserta apóstrofo y pluraliza indebidamente el adjetivo numeral sustantivado 90 («90’s») y, además, mete acentos donde no corresponden («Henríque») y omite colocarlos donde la entonación silábica lo requiere, verbigracia: «cuñaaa, cuñaaa...», que correctamente debe escribirse cuñá. A mas de otros desarreglos gráficos, tales como apuntalar letras mayúsculas donde no corresponden: «Grilla», «Azote», por no tratarse de nombres propios ni apelativos que así lo requieran. Y lo más vergonzoso —y párele, usted de contar— resultar ser que el infeliz «usurpador» no sabe conjugar en tiempo pretérito el infinitivo verter, palabreja que verbaliza de esta manera: «vertieron», cuando debe anotarse virtieron (igual que el verbo venir, vinieron).
He aquí algunas expresiones del estúpido infantilismo que contiene el referido epistolario cibernético:

«la malparida Ernestina Fidelia Gónadas, alias el Azote del FOCUC»
«huevos de cochi Eleache Crósguait»
«la puta de closet y hoy directora del cecut, Virgilia Muñones»
«son nacidos sin culo ni cesera»
«el Katarino Yépez abriéndose el culo que lleva un sello MATASELLOS PANISTA, y nos saca una lengüetina de excremento indignado por la puta que ha dejado la silla a un padrote priísta»
«Y El FOCUC está en 200 bajo cero de escremento de cochi»
«al firmar este documentillo victimario, lo hacen con la finalidad de reafirmar su “pertenencia” a la yetzetero escusado culturoso de Tijuana»
«se la pasan “picando piedra” en la sopa cultural, haciendo presencia en cafés, presentaciones de libros y exposiciones sólo para exhibir su voluptuso culo putañero»
«Todos los firmantes son “PUTAS” de la cultura»
«se les acabó la chichi, cuñaaa, cuñaaa...»


El bato que se hizo pasar por miguel, seguramente, ha de creer que su adaptación es bastante provechosa para sí mismo. Pero como decía mi jefita, el que es buey hasta las coyundas lambe.

Posdata: a mí me da igual el mono que designen como macizo del CECUT; que pongan al frente de tal changarro al «Tío» que vende tacos de birria en las afueras de la delegación de San Antonio de los Buenos o el trapeólo del bar «La Capirucha» es una cosa que me tiene sin cuidado. Aunque debo decir que la persona quien mejor desempeñaría ese cargo, sería el Pancho del tugurio el Zacazonapan, amortiguaría bien los enconados intereses de los resentidos picacabras.




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