LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA BIG Y PUTOTA FALSEDAD]



Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez



PRUEBA VIVIENTE DEL FRIOLERO DESAHOGO DE LA HIPOCRESIA

«Cada uno de los autores aquí mencionados escribe con la plena conciencia de que la literatura debe renovar sus estructuras y, por ende, trata a la página como un territorio experimental. No sólo experimental en el sentido de jugar con la forma literaria sino también porque recalca el carácter experiencial del texto, su relación con la vida. Es por eso que la literatura tijuanense ha sido tan atractiva para muchos críticos y lectores fuera de esta ciudad: ha buscado la intensidad. Ha sido una literatura de drástica afirmación de la vida» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—Ajá. Un «territorio experimental» de «carácter experiencial».
—Pero si ya dijimos que no hay más experiencia que lo expresado.

Lo patético y moralmente asqueroso de sus inverecundias es que el bato justifica lo que critica, se hace el jarakiri y recibe sus gargajos cuando escupe hacia arriba, pretendiendo ser portador de una única verdad que no es en verdad la mera verdad.

«Esta tradición, pues, ya tiene veinticinco años. Es momento de que nosotros, sus lectores, agradezcamos profundamente su gran trabajo. Gracias por atreverse» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—G-r-a-c-i-a-s-p-o-r-a-t-r-e-v-e-r-s-e... Hijo… de… la… pu… ritana que lo parió.

Por lo que se advierte, las zumosas ideas de este adalid de la fullería textualera son confusas y contradictorias e, igualmente, sus planteamientos conceptuales están plagados de incoherencias. Se agarra fuertemente, encajándoles uñas y dientes, sobre los postulados de una categoría sociohistórica, a la que despoja de toda «determinibilidad» material (bestimmtheit, dixit Marx), para
Así, la existencia de la “tradición literaria” es presentada por los ingeniosos teóricos con las mismas armas espirituales que usan los equilibrados hombres (citizoyens o pequeñoburgueses) de personalidad abstracta.
Lo que interesa al Erasmo Katarino Yépez es otorgarle a su “Gran Señorona” (o sea, a la literatura tijuanense) la “carta de naturalización” que, según el matasiete de la «Maula» Luna, la ñorsa ya merece ostentar como «suprema madrota» de lozanía veinteañera («pues, ya tiene veinticinco años») Pero la verdadera encarnación que debe expresar la literatura tjuanense —en correspondencia con el sobado concepto de “tradición” aludido por el chupóptero Yépezín— no es la de los hechos literarios «per se».
Y el meollo estriba en que la literatura (o sea, el «hecho literario» en sí) sólo predomina idealmente sobre la “tradición”, pero en la práxis —de igual forma en que sucede la contradicción entre la política y el poder del dinero— la creación literaria se convierte en esclava de «Doña Traditio».

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