ALIANZA PARA LA SEGURIDAD Y OTRAS MENTECATECES



Los victimarios ahora se dicen víctimas y oficialmente se han puesto al servicio de la lucha contra la peste que días antes ayudaran a difundir entre cuchareros, pillos y socuchos de la última broza; y no les extrañe que además manifiesten responsabilidad ciudadana como buenos pedagogos de la moral y las buenas costumbres, cuando en un pasado no muy mediato aleteaban la leperada, el sahumerio con olor a mota y hasta estornudaban por el trasero.

—¡Qué barbaridad!; ¿quién les aliviará el lastre?
—Qué años tan felices eran aquellos.
—Ya ni siquiera se puede fomentar el turismo de a dólar.

La erección de los personajes que roban y matan; secuestran y trafican droga. Semejante destino está abierto a quienquiera mejor plato de comida y ropa de marca.

—Caballeros dicen que no, caballeros dicen que sí.

El gobierno no tiene voluntad política para erradicar o inhibir las acciones criminales. A ver, ¿porqué no comienza por prepararles carracas a Mario Marín, a Ulises Ruiz y a los hijastros de Vicente Fox?
En la Baja California se chapotea en los mismos lodazales, pues el virrey Guadalupe Osuna Millán simula que arrecia dura faena en contra de las bandas delictivas, pero en realidad no mueve ni el dedo meñique porque —y esto lo saben hasta los espíritus más comunes, como dijera el Dante Alighieri— su compromiso no es con el pueblo, sino con los capos que, a cambio de recibir concesión de plaza, le patrocinaron la campaña política durante los lindes en que se candidateaba como aspirante a desgobernador del estado. Y ahora que ya no puede deslindarse no le queda otra que demagogiar con la celebrada «Alianza por la Seguridad» y suscribir mentecateces como el mentado «Convenio por la Seguridad, la Justicia y la Convivencia Social en Baja California».

—O sea que la señora Penélope nos quiere hacer creer que ya no teje para su Ulises.

Solamente los rehenes de la estupidez pueden darle credibilidad a la runflería llamada «Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad» y que, sin una pizca de calidad moral, Felipe Calderón Hinojosa alza como su principal banderita.

—Eso ya es burla o nequicia.

Los planes y programas para hacerle frente a las mafias paramilitarizadas son garridas transverberaciones de pantalla; se encubre la función real del control mediatizado con discursos oficiales, plagados de contradicciones y mentiras. Pero de una u otra forma los trapitos siempre salen a la colada.
Y los borregazos no son infundados, pues hay una oculta complicidad gubernamental en los negocios delictivos. «Los dirigentes e integrantes de los cárteles —escribe Marta Lamas— han tejido alianzas familiares y económicas, que se han traducido, por un lado, en una fuerte corrupción de funcionarios y de ciertos mandos de las fuerzas armadas y de la policía, y por el otro, en una bonanza económica en distintas poblaciones, muchas de ellas olvidadas por el gobierno. (sic) Hablar de “guerra contra las drogas” es pura retórica política para intentar calmar la angustia e impotencia que siente la ciudadanía» [Mi guerra perdida, Proceso #1666, 5 de octubre de 2008].
¿Quién no recuerda al general Jesús Gutiérrez Rebollo?, el excomisionado del desaparecido Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD) que le voltearon el chirrión, y lo refundieron en la cárcel de Almoloya de Juárez, porque investigaba a generales de la SEDENA que estaban involucrados en el narcotráfico, y además solapados y protegidos por el entonces presidente Ernesto Zedillo. Y ya que hablamos de don Neto, saquemos a flote los antecedentes de oprobio de su señor suegro, Fernando Velasco, a quien la DEA lo vinculaba con los hermanos Amezcua, conocidos en su natal Colima como «los reyes de la efedrina». Inmersos en la complicidad de los trasiegos del narco y el lavado de dinero, son innumerables los personajes y prohombres que se pueden mencionar como florecitas de ojal; digamos que un Raúl Salinas de Gortari, un Diego Fernández de Cevallos, un Lázaro Cárdenas Batel, un Eduardo Bours Castelo, o los panistas embarrados con el empresario metanfetaminero Zhenli Ye Gon en blanqueos de capitales.
Lo anterior sin omitir a los altos mandos de la extinta Dirección Federal de Seguridad, protegiendo a mañosos como Rafael Caro Quintero, Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca, quienes portaban credenciales de agentes en activo al servicio de dicha institución. Y si de ominosa injerencia se trata la cosa, cabe destacar aquí a Ismael Zambada, quien —como dice Ricardo Ravelo— «ha mostrado su poderío y su capacidad de infiltrarse crecientemente en las instituciones durante los sexenios de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón: más de 35 agentes del Ministerio Público Federal adscritos a la SIEDO eran sus empleados, y cada uno recibía entre 350 y 400 mil dólares mensuales por filtrarle información sobre expedientes consignados y averiguaciones previas en curso contra miembros de su organización» [Vínculos García Luna-“El Mayo”, Proceso #1672, 16 de noviembre de 2008].
Asimismo, Ricardo Ravelo, en un artículo titulado «Hasta lo más alto...» (Proceso #1670, 2 de noviembre de 2008), refiere que «policías federales, particularmente de la Agencia Federal de Investigación (AFI), acusan a García Luna de estar coludido con el cártel de Sinaloa desde el sexenio pasado, cuando fungía como director de la AFI».

—Y Felipe Calderón no dice ni pío ni miau.

«Los señalamientos de que García Luna sirve a los intereses del narco —agrega Ravelo— han surgido por varias vías, pero de nada han servido pues él sigue en el cargo, a pesar de todo». O sea, a pesar de que ni los guachos ni el clero lo tragan como titular de la PFP. En su libro «Los cómplices del presidente», así lo apuntala Anabel Hernández: «El nombramiento de Genaro García Luna no sólo no fue bienvenido por el Ejército y la Iglesia, sino por los narcotraficantes rivales del cártel de Sinaloa».
Como dijera alguna vez don Cantinflas, en la mendacidad moral, en el cinismo desbozalado, en la impunidad y en las promesas chinas de las mediocres criaturas políticas que tienen la gloriosa deshonra de desgobernar la «societas rerum» está el detalle.
Ahora, qué le puede importar a Felipe Calderón tener en su gabinete de gobierno a un malandrinazo de la talla de Genaro García Luna, si el 95 por ciento de los delitos cometidos en México quedan impunes de castigo; y considerando que la mayoría de esos actos delictivos son cometidos por agentes o exagentes de las corporaciones policíacas, entonces el asunto del contubernio y las licenciosas conexiones de don Genaro con la mafia trafiquera son solamente ligerezas que se aceptan sin chistar, defectillos que cualquiera pueda cargar en su existencia.

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