LOS VALORES DEGENERATIVOS DEL VERBO [EVELINA GIL, GUILLERMO SAMPERIO, CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL Y ERASMO KATARINO YÉPEZ]


LOS VALORES DEGENERATIVOS DEL VERBO
[EVELINA GIL, GUILLERMO SAMPERIO, CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL Y ERASMO KATARINO YÉPEZ]



«Parvadas de acholes —mamertos pomposos, simplificadoras del ornamento bobo, charlatanes del verbo, paridoras de patrañas, fingidoras de orgasmos estéticos, esnobistas de palabrería confusa, faramalleros metapoéticos, maestras de la doble marometa, pendejos optimistas, cagadores de incongruencias, mezquinos poetastros, marrulleras de vocecitas miméticas y acartonadas, acaparadores de premios, seudoliteratos de cerebros resecos, farsantes de la artisteada, oportunistas conversos, drenadores de la caridad pública, adictos a la güevonería, poetastros de fibracel e ideólogos de plastilina— que intentan transformarse en personajes suprasensibles y masturbadores de una cultura falsa, pero a la manera de San Luis que, según se cuenta en el libro del monje Eustaquio, cuando oía que un hombre soltaba estrepitosos pedos, entonces San Luis comenzaba a llorar y sólo conseguía calmarse rezando».

Éktor Henrique Martínez


«…empecinados, iluminados, tercos, solitarios o balines, petardos, urracas, engreídos, creídos, dizque más malitos que malditos, cursis, arribones, coquetos, o magníficos, menospreciados, resplandecientes, mamones, lambisquistas, agachones, musáferas, excrementables, amafiados, instituidos, chichifos, juniors, mariposócratas, pájaras, coleópteros, suripantones y hasta olvidados, incorruptibles, altísimos poetas y parlachifles, literatíputos, de tocho».

Aposento VI, Parodia para Abigael


EL PUÑAL DE JUAN MURAÑA EN EL MUNDILLO CULTURERO

Cada vez más alejada de lo que suele ser un ejercicio de inteligencia y de imaginación, la literatura está siendo estrangulada por las contradicciones e intereses oportunistas que se escudan en faltriqueras “ideas polivalentes”. Y en las galeras del mundillo culturero hay pleitos de cofradías, trifulcas de capilla; y, a pesar de todo el «humanismo» que subyace en los epifenómenos literarios, se blandea el puñal de Juan Muraña con embelecos de estridencias, pataleos, berrinches y escupitajos. Colección para un cuadro de zoología fantástica parecen ser los entripados y rebufes en la iracundia de los despechados por el desdén, la supuesta desconsideración político-literaria y la exclusión de sus fueros imaginarios en las glorias de las letras nacionales que ha provocado —sin querer queriendo— el chacaloso Christopher Domínguez Michael. Jadean y vociferan alrededor de sus comarcas los “omisos” y los “olvidados”, los improvechosos que no alcanzaron boleto de entrada en el «private joke» del señor Cristóforo. Y las simbiosis del ademán intelectualoide no se hizo esperar: la proclamación entusiasta por el don de la arrogancia; la patética creación literaria por la opaca insensatez. Y, con recurrencia de infortunio y amargura, emanó a manera de folclor (para no decir pleito de verduleras) la carencia existencial de los seres circunstanciales de la literatura, empecinados en desequilibrar sus emociones y no guardar serenidad.
Transfigurados en el ensalmo de la rabdomancia verbal, se fueron a la saga de una picaresca el Marco Antonio Campos, el Víctor Manuel Mendiola, el Guillermo Samperio, la Silvia Tomasa Rivera, el Erasmo Katarino Yépez, la Eve Gil y dos que tres más, so pretexto de una menesterosa defensa de doña sacrosanta literatura. Pues, más que analizar su «Diccionario crítico de la literatura mexicana (1955-2005)», el propósito de los apechugados literatos, para usar palabras del mismo autor, fue convertir a este batillo en su presa y levantarlo como si fuera un trofeo.
Así, de tajo, el asunto no fue otra cosa que la secreción suprema del espíritu de la vanidad y, pese a ello, ridículamente, como en «La vuelta al día en ochenta mundos», asumieron una seriedad de velorio, sin sopesar que su adversario era fantasmal. [1]
De acuerdo con un texto de Domínguez, «Elogio y vituperio del arte de la crítica», las advertencias ya estaban dadas y el detonador instalado, cuando escribió que el «poder del crítico procede de su paso por la tierra fértil de un pecado: la vanidad, antigua vanagloria. No creo que un crítico pueda, realmente, destruir una reputación. Logra hacer algo más peligroso: herir una vanidad. Los daños a la reputación son reparables. Pero los mordiscos a la vanagloria jamás cicatrizan, por más fasto que sea el destino mundano de la víctima. Y a mayor reconocimiento público, más duelen esa viejas y pequeñas heridas» [Servidumbre y grandeza de la vida literaria, página 300].
Tronó el bombazo y la pajarera se alebrestó. Y miren si no, pues hasta tuvo repercusiones de lirismo acongojado, como se corrobora en la página 3 de «La Jornada Semanal», de fecha 13 de abril de 2008, en la que el Marco Antonio Campos, como si se tratara de una vendetta al estilo Chicago, se vuelve a soltar el chongo, y esta vez con un ludio poemilla que intitula «Christopher Something», soneteándole al autor del «Diccionario crítico de la literatura mexicana (1955-2005)» una cargada de petera que se aproxima al melancólico sofión de una vieja chancluda que, luego de cogérsela, el matacuás la deja para irse sobre otra nalga.

«Según nos dice su grupo
es crítico independiente.
No importa si nada supo
o fue moneda corriente.

Su lenguaje perdulario
nos muestra su formación.
Odió lo universitario:
bien aprendió la lección.

El crítico montaraz
creía hacer de muchos leña.
Quiso ser Octavio Paz,
no llegó a González Peña.

Nos daba gato por liebre
y el refrito del refrito,
elogió, abyecto, a su jefe,
digámosle: “Pobrecito”».


Marco Antonio Campos

—Ay, cómo duelen las pequeñas heridas.

Después de acabar su gongorista composición, de cincho que al bato, lo celebraron sus cofrades como Darío celebró a Díaz Mirón con estos versos:

«Van tus rudas estrofas jamás esclavas,
como un tropel de búfalos americanos».


CÍNICO TRAICIONERO DE LAS GARANTÍAS ÉTICAS

Entre todo el inventario de estampas cultureras está el gazpacho que se intitula «La crítica en la era de las letras libres», y cuya autoría corresponde al Erasmo Katarino Yépez, publicado en la reservada página que a este mamacallos le guarda, domingo tras domingo, el esmegma del periodismo tijuanaco, Jaime Cháidez Bonilla, en el suplemento «Identidad» de fecha 3 de febrero de 2008. Se trata de una especie de sicocrٕítica de razonamientos trillados en la que el cholo literario verifica la excelencia de sus teorías y pondera sus altos valores éticos en el momento que apuntala algunas naderías sobre la calaca y libro de Christopher Domínguez Michael. Y, porque no fue merecedor de atenciones (esto, claro, que el güey no lo dice porque, parafraseándole una rola al Andrés Calamaro, sería casi como arrancarse el pellejo, cortarse una mano o quebrarse algún hueso), y desciende de su Olimpo para excretar su infaltable soberbia mamona:

«No pido que el FCE retire el Diccionario crítico de la literatura mexicana 1955-2005 de Christopher Domínguez Michael, como lo piden Mendiola y Samperio. Pero en algo tienen razón: el libro falló. No falló en lo estético: no sería grave. Todos escribiremos al menos un libro malo. Falló en lo esencial. Falló en lo ético» [Heriberto Yépez, La crítica en la era de las letras libres, suplemento Identidad].

Incapaz de profundizar en sus afirmaciones y sin presentar sus argumentos que avalen tal opinión, Erasmo Katarino se escabulle en la metástasis para no asumir la responsabilidad de sus palabras. El máster Vizcaíno ya me había tirado el borregazo acerca de la hermenéutica y la taxativa de las que se sirve este engendro culturoso del José Vicente Anaya cuando especula y postula sus mengambreas letrísticas. Es decir, cómo lee y cuál es su mirada sobre la literatura en el sentido más clásico, como presunto «crítico» y como lector de a pie; y, asimismo, cómo camuflajea y vierte su regodeo teórico, queriendo hacer pasar payadas por discusiones específicas.
En otras palabras, una intervención que es pura pedorrera y ruido de sonajas. [2]
En el caso del «Diccionario» del Christopher Domínguez Michael, el paridor del quillotrero articulejo no desmonta las fallas de dicho libraco y sólo se apersona con frituritas de una axiología literaria y cuyo clamor de “moralidad” resulta en él un cinismo de ancha proporción. Cómo puede hacer esos reparos, si al güey ya no le queda ni un pingajo de calidad ética para hablar en el sentido que escabulla en su redrojo las insuficiencias analíticas y prejuicios que lo atosigan. En su podredumbre de opinión y tartamudeos metafísicos solamente hay retórica apologética que sustituye a la crítica y de la cual se percibe el «tufo a rebelión antisistémica», pero de doble moral:

«La obra será usada en cátedras y bibliotecas foráneas y paisanas. La visión que les ofrece no es responsable. El orden de las reseñas sueltas no altera el amiguismo reiterado. Citando al prócer de su prosa: el Diccionario es un “catálogo descabalado”» [Heriberto Yépez, La crítica en la era de las letras libres, suplemento Identidad].

Ahorita veremos quién es más irresponsable y practicante desbozalado del amiguismo reiterado. Pero antes que sigamos el hilo del perol de babas que suelta don Erasmo en su vitrina iluminada, cerciorémonos cómo el Cris Domínguez, ante el “nous” de las fuerzas artísticas en la comarca de la codicia y las complejas envidias, retacha la copa:

«En el caso del Diccionario han pretendido engañar al público denunciando el volumen como el testimonio de una fiesta privada. 143 amigos son muchos amigos y, dado que la tercera parte de los escritores reseñados en el Diccionario están muertos, tal pareciera que, a los ojos de los expurgadores de índices, me paseo por la necrópolis de nuestra literatura como Pedro Páramo por Comala. Más allá de los fallecidos, de José Vasconcelos a Luis Ignacio Helguera, es difícil que escritores contemporáneos como Jorge Aguilar Mora, José Joaquín Blanco, Emmanuel Carballo, Alí Chumacero, Amparo Dávila, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Margo Glantz, Sergio González Rodríguez, Mario González Suárez, Vicente Herrasti, Leonardo da Jandra, Fernando del Paso, Jorge López Páez, Élmer Mendoza, Carlos Montemayor, Verónica Murguía, Angelina Muñiz-Huberman, Sergio Pitol, Enrique Serna, David Toscana, Fernando Vallejo, Álvaro Uribe, Paloma Villegas o Jorge Volpi puedan asociarse seriamente con Vuelta o Letras Libres. Que en el Diccionario están, junto a ellos, los escritores que formaron parte de Vuelta y que son parte de Letras libres, por supuesto. Faltaba menos: utilizando cualquier baremo se cuentan entre los mejores escritores mexicanos, desde hace muchos años» [Christopher Domínguez Michael, Libertad y responsabilidad, Letras libres, abril de 2008].

El Erasmo Katarino, sin justificar las razones de su balumba y omitiendo expresar fundamento, garante o sostén de la irresponsable «weltanschauung» que el autor del lexicon «les ofrece» (a no se sabe a quiénes, puesto que el Erasmo Yépez se queda entrampado como un autista y no dice ni pío ni miau).
Y ¿así quiere moldear la materia del mundo literario? Pues bien, así se caga don Christopher Domínguez Michael en las memeces de nuestro insigne «border line» y su defensa, como bien dice el José Prats Sariol, rebasa a los enojados vanidosos, mientras se rascan con pueril soberbia:

«Lo siento: no soy responsable de la pereza y el conformismo ni de la simulación de un país cultural donde los escritores no leen y los críticos no critican. Nunca, por otro lado, he negado mi pertenencia al grupo reunido en torno de las revistas Vuelta y Letras Libres. He reconocido de manera pública y reiterada esa filiación literaria, política y moral. La he ejercido sin engañar a nadie. Pero de ello a decir que como crítico sólo he servido a mis maestros y amigos hay una enorme distancia» [Christopher Domínguez Michael, Libertad y responsabilidad, Letras libres, abril de 2008].

Y con esta clase de opiniones, como diría la Loba Monsiváis, se declara jubilado el cinismo clásico:

«Siendo inteligentísimo, ¿por qué no recapita y manda a la chingada todo el aparato que utiliza y lo está utilizando y se hace pleno escritor autónomo?» [Heriberto Yépez, La crítica en la era de las letras libres, suplemento Identidad].

—Cuando lo hagas tú, mi chulis.

Sincronicidad o aliteración es cuando decimos «el burro hablando de orejas» o en el momento que el sapo le grita ¡hocicón! al yacaré del pantano. Cuando el góber precioso, Mario Marín Torres, se dispuso a darles clases de transparencia y rectitud a 126 presidentes municipales, empleó predicamentos de eticidad similares a los que hoy parapeta la ladilla chupagüevos del Yépez. Hipérbole de la putrefacción, parecen ser el mismo embutido de hipocresía ladina el de uno y del otro.
Y, guachen, ¿a poco no se emparienta el churrito del Erasmo con esta cabulita que tira el góber precioso?:

«Los exhorto a que cuiden su imagen, para que sean ejemplo de rectitud, cordialidad y respeto hacia sus colaboradores, a mantener siempre la disposición para identificar los problemas y resolverlos con los mejores procedimientos» [27 de noviembre de 2007].

Y qué huevos de cabrón. Conmina a la “autonomía”, siendo el bato uno de los principales mamadores de las ubres del CONACULTA y que no cesa de procurarse la leche presupuestal para remembranar musas por el esfínter.

—Para chupar la teta oficial y hacer amarres de prevaricato culturoso, nadie como Erasmo Katarino Yépez.

Y ahora ataja con esa máscara farsesca, dándose baños pureza moral. Culturoso mamador de becas y pedante zampaboñigas y ordeñador de partidas económicas que bien pudieran destinarse para pavimentar las calles de Tijuas o dar de comer a unos menesterosos y no para la transgresión becaria de su clan parasitario. Y el descaro a fuerza develada —con parigual sesgo al dado por el Juan Camilo Mouriño para demostrar su “decencia pública” y el “mucho honor” ante el evidenciado conflicto de intereses en los contratos de PEMEX— en boca de filisteos que se disfrazan de opositores de ellos mismos.

«La inercia no corrige camino. Ante el rechazo, endurecen los favoritismos. No reconocer errores petrifica. • Su ortodoxia ya tiene epígonos, que basan su timografía en la malaleche y el oportunitis. De verdad que da tristeza lo que hace con la crítica una parte de Letras Libres. • Paz hacía crítica poética, inteligente y visceral. Domínguez es sólo inteligente y visceral. Sus párvulos son ya sólo vísceras sin pensar. En retrospectiva, se tiene la impresión que Domínguez se ha convertido en su propio empobrecido discípulo. • Un texto hace ensayo, y al siguiente ¡relaciones públicas! Domínguez es desigual en lo que nunca hay que serlo: en la ética» [Heriberto Yépez, La crítica en la era de las letras libres, suplemento Identidad].

—Avejentado teenager de la charlatanería que no sabe escribir poesía ni profundizar cuestiones teoréticas, pero es muy ducho para armar puteríos.


De veras que el chupaescroto del Erasmo Katarino cumple bien con su papel de simulador, y quien no lo conoce hasta podría tragarse el camote que adoba. Es de admirarse la forma en que maneja su doblez, la manera en que finge sincerarse, de desnudarse momentáneamente como los gamberros que van a fornicar a una casa de putas. En su tópico costumbrista habla de inercia, de favoritismos, de oportunitis, de relaciones públicas logradas a la malagueña, de desigualdad ética y de otras mierdas que él mismo trae asiladas como envoltura de su propia personalidad. Pero si el bato es el preclaro ejemplo de lo que increpa, es él quien representa la mariconería oportunista del credo «at the right moment at the right time».

—Bien dicen que uno se pierde y luego se encuentra.

Fenomenología del subconsciente, conjura superyóica que se ha convertido en su propio espejo. Como un renacuajo sometido a un proceso de mutación, ¿no les parece que el bato se recrimina así mismo?

«Domínguez para tener un lugar en la República se hizo crítico-reseñista. Y para volverse crítico-protagonista, hizo de su pluma culta al servicio. En el futuro, Domínguez será usado como ejemplo de corrupción intelectual. Su gran talento no merecía ese sino. • Puede que LL encabece durante más tiempo la hegemonía literaria nacional. Pero no la lucidez o equidad. Ni mucho menos la rara belleza de la ética. LL falló. No lo aceptarán jamás. En honor a la tradición que dicen continuar deben hacer una severa revisión. • Algunos lo saben en su interior. • A veces la corrupción mexicana se disfraza de revista internacional. • De no hacerlo forjarán destino como miembros distinguidos del cacicazgo yuppie, sobrino bonito del PRI mental» [Heriberto Yépez, La crítica en la era de las letras libres, suplemento Identidad].

Con una «vergonzante lluvia de artículos elogiosos tras el varapalo», como diría alguien a quien ya desmemoricé, el Erasmo Katarino ya se volvió «crítico-protagonista», porque su apodo es sólo estético, ya que fuera de sus cochinos metatextos responde al nombre y a los apellidos de Heriberto Martínez Yépez (nomás que el bato —quizá por la autocontención al complejo de Edipo, o por el odio de bastardía que le tiene a su papirrín— únicamente se arrima, como primerizo, el apellido materno, omitiendo el del padre-castrador que le ha exigido al niño que renuncie a desear a su madre.

—O sea, superyó en la pulsión de muerte en la personalidad postedípica

El choriqueso que cocina don Erasmo Katarino Yépez como un modelito rascuache de «crítica literaria» y de periodismo dizque cultural, ni siquiera es una forma imperfecta de creatividad. Parece, más bien, el sermoncito de un panista beato y sinvergüenza de una convicción mitad postiza, mitad falsificada, no en la república, sino en su pequeño reino burgués de las letras, donde cultura y estado tienen un mismo rostro. Lo peor es que muchos descerebrados que pasan por alumnos suyos en la escuela de artes y humanidades le aplauden e imitan sus disparates, clichés lingüísticos y otras chucherías léxicas.
Este mequetrefe lo que menos tiene son fueros de dignidad para espetar cuestiones de ética, porque se ha vendido como puta barata al oficialismo cultural del «cacicazgo yuppie» del panismo tricolor y hasta por adelantado saborea los estipendios. Por un cachete quiere aparentar que es ajeno al ceremonial burocrático-cultural del estado empresarial y, por el otro, intenta fungir como literato independiente, mientras olfatea las becas como los perros que buscan la liebre. Si pregunta porqué el autor de «Servidumbre y grandeza de la vida literaria» no «se hace pleno escritor autónomo» y manda a la gáver «todo el aparato que utiliza y lo está utilizando», de la misma interrogante que aplique introspectivamente se obtiene la respuesta.
A ver, cabroncito. Si pretende que su prójimo se haga «pleno escritor autónomo», entonces, ¿porqué, usted, no brinca de su andadera y busca su propia independencia —estética y económica— y deja ya de estar chupando del presupuesto como vil sanguijuela? Porque su sobrevivencia —material y literaria— depende del mecenazgo y la dádiva. Sin ese protectorado que usufructúa no conseguiría ni la bachicha de un cigarro.
Estilos análogos, sólo que con distintos niveles de espiritualidad, tanto usted como míster Christopher Domínguez pastorean en la misma pradera de la degradación ontológica de la realidad. Así que no salga con esas mamadas.

—Con la salvedad que el Erasmo Yépez comulga en una capilla quintopatiera.

Por lo que se deduce de la lectura del redrojo «La crítica en la era de las letras libres», al señorón prebendado le perturba la circunstancia que el Christopher Domínguez sea parte integrante de la sacristía Octavio Paz-Enrique Krauze, específicamente que haya heredado del «grupo paceano-krauzeano» nada más y nada menos que «el pulgar del juicio imperial», y no puede disimular su resquemor. Hay que ser justos, si Domínguez Michael es beneficiario por sucesión literaria del dueto Paz-Krauze, entonces Katarino ostentaría la corcholata de enana «majestad del grupo literario concebido como banda de forajidos y escuela de iniciación».
Cuando la mamá de Erasmo Katarino Yépez, cargando aún poco millaje sobre el bari, se aventaba sus dionisiacos vuelos nocturnos por los placenteros arrabales de la Baja California (Macambo, Nite Ha, El Bacilón), y a este pájaro cilantrero ni siquiera en sueños lo espermatizaban, Christopher Domínguez, siendo todavía un chilpayate, le mostraba a Juan José Arreola sus primeros versos.
«Mi padre fue médico de Juan José Arreola. De tarde en tarde jugaban juntos al ajedrez», dice el bato. «Arreola leyó mis tonterías y nada dijo». Enseguida le pregunta: «—¿Quieres saber lo que es la literatura?». Domínguez, con la pura chompa, le responde que sí. Entonces Arreola le dicta de memoria un famoso poema de Gustavo Adolfo Bécquer. «—Recorta —me ordenó— cada palabra de Bécquer y haz tú, con ellas, un poema distinto. La partida continuó su curso mientras Christopher obedecía las instrucciones del maestro. Recorté y pegué en una nueva hoja “mi versión” de Bécquer. Se la entregué al escritor ajedrecista, quien apenas reparó en ella. Ansioso pretendí interrumpir la partida: —¿Juan José, esto es literatura? —No —respondió—. La literatura son las tijeras» [Servidumbre y grandeza de la vida literaria, páginas 107 y 108].

—Lo que, a sus 8 o 10 años de edad, entendió el Christopher Domínguez Michael, precisamente es lo que no ha comprendido el Erasmo Katarino Yépez.

ARRIBA AL CHOU LA VINDICADORA DE LAS PERRAS DEL ZACAS

También la presidenta del «Club de lambisconas y lambiscones de la Diana Palaversich», apoderada cultural del colectivo «Las perras del Zacas» y una de las principales pandereteras de los grupúsculos seudoliterarios que predominan en la escena tertulera de este tafanario fronterizo, o sea, la Evelina María Gil, julana que, ardida hasta la pepa (porque el Christopher Domínguez la mandó a tejer puñetas y no la incluyó en su broli, a pesar de la «previum petitio»), y con más furia que el tigre de Blake, se arrejunta a esa «suerte de cruzada moralizadora» —“artillería pesada” la llama esta cretina— en contra del autor del «Diccionario crítico de la literatura mexicana (1955-2005)», fraguando un pinchurriento libelo con el cabezal de «La crítica fascista o ladrarle a la teoría», publicado en el suplemento «Identidad», del pápiro el «Mexicuino», en la edición del domingo 27 de abril de 2008. En su articulejo, la traspapelada guachita —y que hoy se las nalguea de mujer “fronteriza”—, liquiando el escorrozo hasta por el órgano cagarrutano, y pensando que le arrimó su merecida tunda a don Cristóforo (cuando ni siquiera leyó el referido lexiconcito), se envalentona como gallina marimacha al tenor de uñaradas que le tira al viento, mientras ve moros con tranchetes y bichoras ambulantes que se le quieren meter por el gerundio:

«Qué curioso: una de las primeras cosas que pasó por mi mente al "ojear" su "Diccionario", fue que "el lector" no merecía semejante burla, particularmente aquel que se acerca a un libro engañosamente titulado "Diccionario" para darse una idea general del panorama literario en México y que no es especialista en el tema. Christopher no sólo denota un "inmenso desprecio por el lector" al reunir una serie de reseñitas, acomodarlas por orden alfabético y publicarlas a manera de diccionario, sin siquiera actualizar los datos…» [Eve Gil, La crítica fascista o ladrarle a la teoría, suplemento Identidad, domingo 27 de abril de 2008].

Con raspones y destelladuras en su mamarrachesco ego, se victimiza como lectora “agraviada” para disimular su chinchuda pena por haber sido excluida del reparto estelar, junto con la fea de la Cristina Rivera Garza y otras princesas güegüeches (y esto no lo dice la bribona). Y parece que habla con la vagina cuando suelta sus tremendas burradas y dando muestras de una prosodia peor que la de un bolero analfabeto: que «el diccionario de Christopher no es diccionario. Mucho menos es crítico», que el batillo no es «Jesucristo» y que no sabe ni entiende lo que es «un verdadero crítico literario» y lo invita «a conocer la verdadera crítica literaria».
Otra vez se repite la sincronicidad o aliteración, que sucede cuando «el burro habla de orejas» y el sapo le grita ¡hocicón! al yacaré del pantano. En el caso de esta chupancona, cuán equivocada estaba doña Virginia Woolf, cuando escribía que la «escritora ha dejado de ser una resentida; ha dejado de sentir rabia; ha dejado de suplicar y ha dejado de protestar [por pendejadas y con pendejadas] a medida que escribe». Y el trillado “credo literario” de la Gil evidencia tal yerro.
La ruca, cada vez que hay quebrada le mete reversa a su tartana retórica, aprovechando las oportunidades que brinda la ambivalencia semántica y haciendo arrobos en los postulados de la filosofía chimultrufiana, eficazmente práctica con el abracadabra: «como digo una cosa digo otra; sí pero no, o no pero sí». Esta trenzadora de panchos, en un ínter de tres años, cambió el color de sus calzoncitos y, siendo antes efusiva mamapijas de míster Domínguez Michael, trasmutó en detractora de las posiciones lisonjeras y, ahora, panochudamente, le ajera al men que «enseñe los marcos teóricos, que haga citas sesudas y utilice procedimientos estructuralistas», como lo refiere el bato de nombre Frank en la bandeja de comentarios de la pagina güeb de «Acantilado» [http://akantilado.com/?p=280], y, quien además señala: «Ahora, la escritora feminista Eve Gil habla de fobias y de filias como si ella no las tuviera, es decir, es demasiado absurdo e ilógico que una mujer que pondere el feminismo como una categoría para hacer y leer literatura, hable de “fobias y filias”» [9 de abril de 2008, a las 4:43 pm].

—Pobre ruca, le pasó de noche la liberación sexual. De cincho ha de ser de esas mojigatas que, una vez convertidas en señoras matrimoniadas, sus maridos les arriman golpizas y después se las cogen. Y todo como si nada.

En el mes de marzo de 2005, Domínguez sacó a balcón en la versión electrónica de la revista «Vuelta», un textículo acerca de una novela de Bolaño, «La literatura y el mal». Como ducha en la coba y el palerismo oportunista, fue la Eve Gil la primera en caer a esa vitrina para succionarle la pija al Cristóforo.
Guachen el birote:

«Excelente reseña. En realidad, el día que lea algo de la autoría de don Christopher que no me guste, se los haré saber sin dilación. Y felicidades por el Villaurrutia. por Eve Gil».

Como quien dice, era el reflejo de la banalidad, seguida por la hipocresía ladina de los pachicontentos y pegada con colacreizi al interés de la voluntad desviada o inconsciente, a la resignación fatal, a la mamona inercia mental y al servilismo convenenciero. Todo incluido en el «combo» o en la «cajita feliz». Pero, al cabo de un tiempecito, cambiaron los “momentos coyunturales” y, ergo, cambiaron los estilos, las veleidades y el olor de la «yoidad» (“florilegio de alabanzas”, dixit Christopher Domínguez) se volvió entonces jedor de pacuso (es decir, pestilencia de pata culo y sobaco).

—Qué bien trabaja esa ruca la víbora. Así, ni cuándo se acongoje.

Y no se puede ser más caradura, hipócrita y engreída. Y guachen porqué lo digo. En la bandeja de los comentarios de la «bitácora literaria» del Alberto Chimal [http://www.lashistorias.com.mx/blog/], la comadre Gil bobaliquea sus muchos cumplidos y los designios de sus incongruencias:

«Eve Gil dice: Como siempre, Alberto, admirada de tu profesionalismo. Me causan gracia las críticas huecas de quienes señalan que “estás enojado” por no aparecer en el libro. No te conocen. Tampoco a mí. De sobra sabemos tus lectores que no necesitas estar incluido en un diccionario de Christopher Domínguez para afianzarte tu lugar (que ya es tuyo) en las letras mexicanas… ¿qué autor mexicano, pregunto, puede presumir de haber inspirado un libro a un académico tan destacado como Samuel Gordon, este sí crítico estudioso de nuestra literatura? La gente prefiere amarrar navajas y lanzar comentarios a la ligera, antes que detenerse a pensar: ¿qué es lo que pelean estos tipos y esta tipa (yo)? Peleamos que se termine, de una vez por todas, ese afán de cierto sector de la intelectualidad mexicana de establecer cánones, religiones, cultos en torno a su grupo de cuates de cantina. Eso, por supuesto, sólo lo puede entender quien, como tú y yo, vivimos inmerso en este mundo de letras, sí, maravilloso… pero al mismo tiempo tan lleno de mezquindad. Recibe todo el cariño que tu amiga (que antes que ser tu amiga, fue tu lectora atenta) ev» [Febrero 15, 2008 @ 6:05 pm].

Y como siempre hay ojos que avizoran de volada las suatadas, sucedió que un señor de apellido Venegas, con respecto a lo que la ruca pezuñeó, dijo estas palabras que a continuación posteo:

«¡Qué ganas de contradecirse! “Peleamos que se termine, de una vez por todas, ese afán de cierto sector de la intelectualidad mexicana de establecer cánones, religiones, cultos en torno a su grupo de cuates de cantina”. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Las letras serán mejores? ¿Los lectores serán más felices? ¿Los autores escribirán mejor? ¿Qué ganaríamos (o perderíamos)? Aaaa, pero como somos vulgares, incultos, profanos, insignificantes lectores “por supuesto, sólo lo puede entender quien, como tú y yo, vivimos inmerso en este mundo de letras”. Aaaameeén» [Febrero 18, 2008 @ 2:10 pm].

¿Y habrá quién se crea esta hinchada verborrea que cacarea la ñorsa?: «pelamos que se termine, de una vez por todas, ese afán de cierto sector de la intelectualidad mexicana de establecer cánones, religiones, cultos en torno a su grupo de cuates de cantina».

—¿Así? Pues yo, ayer tuve 48 descargas de semen y con diferentes rucas.

Además del paternalismo populachero jesuítico que predica en solidaridad con los macheteros de Atenco, el caso Lidia Cacho, las muertas de Juárez y otros sucesos que, incubados por medio afiches de propaganda feministoide, aprovecha como recurso rentable para vender la idea de luchadora por las justas causas sociales, habría qué indagar en cuál terreno “pelea” por erradicar (y «de una vez por todas», faltaba más) «ese afán de cierto sector de la intelectualidad mexicana de establecer cánones, religiones, cultos en torno a su grupo de cuates de cantina»; porque, cuando esa señorona de semblante espectral, abandona su carraca y viene a Tijuana, ocurre que tal exaltación es simplemente faramalla y truco político, toda vez que aquí, inmiscuyéndose con los “cuadros” más sobresalientes de las mafias y capillas seudoculturales, cambiando la literatura por el aplaudímetro, servilmente y a carta cabal, cumple tareas de farolera, sobrevalorando mediocridades y prendiéndoles inciensos y veladoras a los principales jeques de los forúnculos protoliterarios. Es una postinera que les sirve las cubas y les flamea los cigarros a las cotorronas y pijoteros que son los drenadores del exclusivo canon literario de este mingitorio fronterizo.
Si en algo se distingue muy chidamente es en coadyuvar al sectarismo literario, untándole el budín de su coba a un pambazo de bulcheteras culturosas que todavía no ven llegar la cruda del feminismo reciclado de las menstruaciones de doña Simone de Sartre, y entre las que destacan las más notables miembras del club «Las perras del Zacas» (la Regina Swain, la Rosina Conde, etcé) y las pupilas de la Rivera Garza , llamadas las «Matronas», asiduas a calentar sus nalgas en el chupadero el «Turístico» (y tiene un grueso «set» para escoger: la Amaranta Caballero, la Margarita Valencia, la Mayra Luna, la Karla López, la Abril Castro), desviviéndose por enzalzarlas como escritoras chinguetas. Sin olvidar a los talegones del «Tijuana Bloguita Front», integrado por el Erasmo Katarino Yépez, el Rafa Saavedra, el Bruno Ruiz y otros infranélidos.[3]
Futilezas cínicas de una magnitud tal que aquel osado que intente rasurarle los cachetes a esta ruca, usando para ello una hacha mellada y recién afilada; nada le haría, pues es una caradura de tres barandas.

SOY EL COYOTE QUE RENGUEA DE UNA PATA

En previa conclusión, los cabrones y cabronas que pedorrearon contra el Christopher Domínguez y su libraco, sencillamente se emputaron por que sus fichas biobibliográficas no figuran en el lexicón de marras. Y, vanamente, los becerros, como dijo Brecht, descontentos con sus trasquiladores y sus forrajeros, decidieron que querían probar al carnicero. No obstante, entre los dolidos del ego, habrá quienes ya no saben si confiar o desconfiar en las necesidades y perspectivas de la razón, porque, en algún momento, podrán sentirse que están equivocados y, por añadidura, hasta sentir que les asiste la razón. Brecht lo aseguraba: «Si se les dijera: antes estabais equivocados y ahora tenéis razón, seguirían, con todo, descontentos, porque no les satisface tener razón». Y, al final, todo queda en una asepsia ideológica de la libre teoría, en boca del «intelectuales específicos» que participan en luchas limitadas y particulares con herramientas inconexas y perecederas que, en su más puro “radicalismo”, aceptan la atomización del capitalismo avanzado y pregonan el reformismo liberal. «Intelectuales específicos», expertos en minucias, que atacan problemas de superficie pero no van a su raíz. Positivismo posmoderno de planteamiento pragmático y escepticismo pendejo, relativismo foucaltiano en los juegos del lenguaje, o sea, darvinismo de los vencidos y nietzscheanismo adherido a los valores hegemónicos de la sociedad de las realidades artificiales, donde todo tiene la misma validez.



NOTAS
[O GÜEVOS DE COCHI]


1.- «No contentos con la probada pluralidad del catálogo del FCE, de la cual ellos mismos son muestra, los ofendidos quisieran que el Estado, a través de su editorial, les vendiera algún tipo de seguridad y los protegiera de la crítica (o de la omisión crítica). Viven en el aldeanismo y creen que sólo lo oficial es lo real. Temen (y han sido cándidos al externar sus terrores y fantasías) que un diccionario personal firmado por Domínguez Michael y publicado por el FCE los prive de la soñada posteridad. Si la ofensa es tan grande, deberían curarse en salud y pedir al FCE, o a cualquier otra editorial que dependa del erario, que se abstenga de imprimir toda clase de historias literarias y antologías críticas que por definición lógica son excluyentes» [Christopher Domínguez Michael, Libertad y responsabilidad, Letras libres, abril de 2008].

O sea, cultura del despilfarro en pleno hundimiento, manchada por todas partes, y la clase intelectual, perpetuada al ocio, a la trivialidad, al sueldo y a la prebenda. Vanidad personal y seguridad económica en la nómina de los proxenetas de la cultura, de la indiferencia, la contemplación, la meditación y la pereza.
«Referencias principales: Juan Domingo Argüelles, “Reticencia, secreto, crimen, remordimiento”, El Financiero, 19 de febrero de 2008; Nicolás Cabral, “A propósito de un diccionario”, Confabulario, El Universal, 16 de febrero de 2008; Marco Antonio Campos, “Consuelo Sáizar o el cumplimiento de un ciclo”, Confabulario, El Universal, 23 de febrero de 2008; José Luis Ontiveros, “Un abecedario del ghetto”, El Financiero, 19 de febrero de 2008; Víctor Manuel Mendiola, “Ni diccionario ni crítico el recuento de la literatura mexicana del FCE”, Confabulario, El Universal, 12 de enero de 2008, y “¿La sep va a promover un diccionario de simulaciones?”, Confabulario, El Universal, 9 de febrero de 2008; Guillermo Samperio, “Carta a Consuelo Sáizar” en El Financiero, 17 de enero de 2008, y “Carta fragmentada a Consuelo Sáizar”, El Financiero, 19 de febrero de 2008; Silvia Tomasa Rivera, “Tocando fondo”, La Jornada Semanal, 24 de febrero de 2008; Heriberto Yépez, “La crítica en la era de Letras Libres”, Laberinto, Milenio, 2 de febrero de 2008» [Christopher Domínguez Michael, Libertad y responsabilidad, Letras libres, abril de 2008, http://www.letraslibres.com/].

2.- Tripeen el diagnóstico que el pro Vizca manifiesta acerca de las coartadas “metodológicas” que despliega el chupapollas “fronterizo”:

«Yo he tenido en mis manos dos o tres cosas de él [o sea, del Erasmo Katarino Yépez]. Leo que habla de un gran filósofo y lo manda a comer caca, así de rápido; luego de otro y de otro. Los trata muy mal y no tiene fundamento para hacer ese tipo de cosas. Ahora, para tratar muy mal a un pensador de gran magnitud necesitaba haberlo leído. Hay un autor al cual él se refiere diciendo que es un imbécil, y está muy difícil que, en realidad, lo haya leído; que lo haya leído y lo haya entendido; y que pueda opinar sobre él. Me refiero a Franz Fanon. Yépez habla acerca de grandes pensadores de la talla de Fanon, los cuales, considero, que jamás ha leído. Habrá leído libros de crítica sobre ellos, adjudicándose opiniones y criterios que le son ajenos. Porque, si bien es cierto, para decir algo nuevo o importante se necesita dedicarle bastante tiempo, digamos, cuando menos, un año. Y aventarse en ocho días un trabajo sobre tales autores como que no se vale. Las cosas no son así de fáciles; habla sin bases, sin fundamento, como quien dice algo en forma sencilla: "Entonces llegué a la casa, toqué el timbre, se abrió la puerta y ya entré." No, no. Las cosas no pueden ser así de sencillas. Porque hablar de filosofía en este momento es muy difícil. Yo nunca más volví a meterme con Yépez porque no quise. Yo, por lo menos, no. Y es necesario que alguien lo ponga en su lugar» [Comentando escritores, Tijuana, marzo de 2004, texto extraído del broli Un moralista en casa de putas, biografía de Rubén Vizcaíno Valencia, armada por Éktor Henrique Martínez, el Charkito].

3.- Y, en efecto, a través de sopitas letreras, la mentada Evelina María Gil se ha erigido como una de las más recalcitrantes mamachotos de la culturosada telúrica. La julana, en páginas del suplemento «Identidad» del periódico el «Mexicuino», no pierde ocasión para deslenguarse en hipertrofiados textos en los que grulla la mediación chapucera y la lambisconería desbozalada. Y no hay articulejo de esta tía en el que no se lea repugiña de adulación rastrera en favor de ciertas madmuaselas y cretinos que como escritores o versificadoras andan muy tirados al catre. Pero ella se las gasta de tal manera que es capaz hasta de sacarle pedos a una piedra. Diestra es la tipa en armar discursos plagados de lisonjas; y es muy chucha para confeccionar neoscolásticos badulaques, propios de un merolico que vende cuecho por chuleta. Personalidades estelares en el submundo de la cultura le sirven de banquete y se entrega en cuerpo y alma (lo cual no quiere decir que con seriedad intelectual) a su iconoclastia de párvulo, atestando su libelos con chatarra idolátrica de ciertos bichos fantásticos, pertenecientes a las ya consabidas bandas de seudoliteratos. Bueno, al menos la maula le saca provecho a la imbecilidad cultural. Meterse a fullera tiene su chiste y también cansa, pues hay que recoger en un tambo de 200 litros la baba de los bulcheteros. Hay que reconocerle a la ruca dos cosas: su desfachatez para abrevar la coima en nombre del prevaricato cultural y la capacidad para decantar la máquina reverbera con longos chorizales grafológicos por los senderos de la mediocridad y la complacencia.
NOTA: para efectos de ahondar en los chebisbrajos de esta quitapelillos, remito a los lectores al Vertedero de cretinadas titulado «COBA Y ADULACIÓN PARA EL COMERCIO DE LA AMISTAD /NEOESCOLASTICISMO Y LAMBISCONERÍA CRÓNICA».

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