Galimatías, retruécanos,
plenonasmos, sintaxis culipandeada y prosodia que provoca bochornos. Todo
parece artificio mental de un autista. Cómo transformar en buena literatura
esta pinchi realidad provinciana si está invadida por rehenes de la estupidez.
Y lo peor es que hay un consenso a su alrededor. Y son vergonzosas las
alocuciones «literatura visual, ciencia ficción y cuento fantástico». Con el
sintagma «literatura visual» eliminaron de un tajo al che Jorge Luis Borges. Se
lucen tejiendo majaderías con la intentona de situar a la literatura en los
peores extremos del exhibicionismo barato, la charlatanería y la demagogia
Obran mecánicamente, es decir estúpida y burocráticamente. En vez de
desperdiciar el tiempo y el dinero del pueblo en mamelucadas seudoculturales,
mejor deberían organizar concursos de tetas, panochas y pompas.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
13 de julio de 2013
sensiblerías moquientas y pedorreras afines
En Tijuana, como en muchas partes de México y del
mundo, hay una literatura que no es del agrado de la chinchina popular.
Mayormente la poesía (o lo que se trabuca como tal) no le gusta a la perrada.
La literatura se permite como un artículo de lujo, como una exquisitez de gente
cretina y mamona. No se ve llegar el día en que los poetastros dejen de ufanar
sensiblerías moquientas y otras pedorreras afines.
«la muerte de las ideologías»
El intelectual dejó de ser el mesias del futuro que actuaba por cuenta propia; ya no tiene ese estatuto; su significación histórica quedó agotada con la desacralización de los dogmas. Ya no hay compromisos, solamente desviaciones, audacias oportunistas e incremento de información. Lo que se impone es la persuasión, las múltiples interpretaciones y los fenómenos ilusorios de la democracia formal. La política se disfraza de pluralismo y la tolerancia se constituye como la nueva arma ideológica de la clase dominante. Con «la muerte de las ideologías» se desarrolla una conciencia de arbitraridad histórica; los enfrentamientos se diluyen, todo es provisional y refutable.
Bato
Bato. Hombre, señor paisano, amigo, camarada, o
cuando se hace referencia a alguien, omitiendo su nombre. Normalmente funciona
como persona indeterminada. La Real Academia Española recoge el término como
sinónimo de hombre tonto, o rústico y de pocos alcances. Puede decirse Batón, Batote
o Batillo, y escribirse con v, Vato; la consonante es lo de menos, al vulgo le
viene guango. En cuanto al origen del vocablo, suena a simple ocurrencia
suponer que bato provenga de la onomatopeya bat, y de la que, supuestamente,
deriva bostezo. Por el contrario, en trabajos lexicográficos sobre el argot
español, como «El tocho cheli» de Martínez Márquez Ramoncín, el «Diccionario de
argot» de Sanmartín Sáez y el «Diccionario ejemplificado de argot» de Ruiz
Fernández, se registra bato como un término de la jerigonza romaní; es decir,
correspondiente al caló o lengua de los gitanos; y halla su raíz en bata,
madre; y, luego, por oposición: bato, o sea, padre. Construcción: «Me dijo
aquel batillo, que tú tienes el paro» (Voz popular) / «Una noche caminaba, por
una de las calles de esa ciudad frívola (Rubén Vizcaíno Valencia dixit), un
bato de los Altos de Jalisco» (Martín Romero, «Bitácora Norteña», Identidad,
14/04/02) / «...yo le puse 'Mitotitos', a lo que ahora el Fox llama 'una sarta
de babosadas' y se me hace que en eso, el bato ¡tiene razón!» (El Lyon, «Puro
calzón», Zeta, 1441, 09-15/11/01).
<- bata="" cal="" del="" madre="" span="">->
Véase: Ese; Jómy; Jomboy; Güey; Carnal.
Entrada del «Diccionario del caló en la frontera
norte de México», de Ektor Henrique Martínez, editorial El Charquito, Tijuana,
Baja California, 1982-2006.
Milena Jesenka, Dora Diamaat y Felice Bauer
Kafka padecía insomnio y cefalagia; y después se
enfermó de tuberculosis. Pero eso no le impidió amacucar tres rucas: Milena
Jesenka, Dora Diamaat y Felice Bauer.
La metafísica chiclosa del gran sistena «civil law» que tenemos supera a todo kafkanismo habido y por haber
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