DE LA MENTIRA MATERIAL A LA VERDAD LEGAL

DE LA MENTIRA MATERIAL A LA VERDAD LEGAL
 

Para entender el «ritual» de la legalidad debemos distinguir qué papel juegan los intereses de la clase capitalista que detenta el control de la de la llamada «soberanía» del consumidor o de la potencial clientela en las relaciones comerciales.

A la facción corporativista y gerencial poco le importan los escrúpulos —digamos que morales— cuando se trata de obtener réditos y ganancias económicas; el individuo de carne y hueso en tal situación —de comprar lo que el mercader le vende— ha de concebirse como un ente relativamente abstracto; dado que la necesidad es una «idea», una tendencia que concuerda con las antiguas formulas metafísicas porque su finalidad es igualmente destruir las ideologías y desintegrar la cualidad de pensar y actuar en forma penetrante y no de manera oscurecida y pasiva.

En este río revuelto de ganancias participan el estado, con su correspondiente division de poderes, y las corporaciones de «mass media» y los accionistas y propietarios legales dedicados a la vendimia en gran escala. Conjuntamente controlan y persuaden a la masa clientelar, promueven sus intereses y consolidan sus poderes y privilegios.


Si los detentadores de poder comercial de gran escala no hicieran uso de mecanismos y estrategias fraudulentas de publicidad, sus ganancias entonces serian magras. Sin los capuchineos y engañifas a los que recurren sus bolsillos no engordaran. Se tima al cliente, se le da gato por liebre, se le embauca para estafarlo. Y gracias al lenguaje de merolicos diestros en el arte de cilindrear al prójimo.

Y la ley a ¿quién protege? Obviamente que al bribón.

La legislación en materia de consumo de bienes y servicios está paralizada y es letra muerta en este aspecto. Y el peso de la ley en este campo de la economía de mercado, cuyos beneficiarios venden engatusando, no tiene más fuerza gravitacional que lo puramente «literario». Veamos un botoncito de muestra.

En el Capítulo III, relativo a «la información y publicidad», de la «Ley Federal de Protección al Consumidor» se establece lo siguiente:

«ARTICULO 32.- La información o publicidad relativa a bienes o servicios que se difundan por cualquier medio o forma, deberán ser veraces, comprobables y exentos de textos, diálogos, sonidos, imágenes y otras descripciones que induzcan o puedan inducir a error o confusión, por su inexactitud».


Sin embargo la práctica demuestra todo lo contrario. Y es que los soportes del leguaje de propaganda comercial están a la vanguardia, mientras que la ley, supuestamente protectora del cliente y del consumidor de bienes y servicios es ridícula y anacrónica. 


Pero como el «quid» del asunto, como lo decía Bertold Brecht, esta en esta dicotómica premisa:

«Todo quiere seguir siendo lo que es y no quiere seguir siendo lo que es».
 

Pero las oposiciones son irreductibles.

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