una tesis de poder que subvierte la moral burguesa

Aunque en principio suele ser triste y repugnante, la esencia metafísica que subyace en el acto criminal se disuelve en la rutina social y desemboca en una tesis de poder que subvierte la moral burguesa. No es una suerte de «weltanschauung», pero su aplicación práctica destruye valores (y su reacción es rápida si son los chalinos o los mangueras quienes le den pábulo). Sus efectos síquicos se trasladan al proceso social para encontrar fundamento y justificación en cuestiones muy prácticas y concretas, es decir, objetivos inmediatos que revisten el carácter de crimen organizado o desorganizado. Asi, por ejemplo, si dos fulanos «A» y «B» carecen de empleo, están en la vil ruina y no tienen expectativas laborales en la estructura formal de las relaciones sociales de trabajo; uno podrá resignarse a no robar, a no secuestrar o no despachar a un tercero a la tumba; en cambio, el otro quebrantará la ley y cometerá delito. Aunque la voluntariedad del segundo repugne, su intención es más firme y de mayor energía para afrontar la vida que la del primero, que sin chistar se queda en el miserable atolladero que la moral burguesa le ha reservado y que de nada sirven para satisfacer sus necesidades más elementales. Y aquí sale a colación Wilhelm Reich cuando decía que «todo lo que actualmente se llama moral o ética esta, sin excepción, al servicio de la opresión de la humanidad trabajadora».

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