Pareciera que la pequeña burguesía no tiene modo de
superarse. Sus miembros se creen muy supersensibles cuando hacen ruido con sus
trompetas y falsean deliberadamente su nihilismo, pavoneándose en la protesta
como descarados esnobistas. Son como los monos enjaulados que buscan encontrar
la salida para hacerse hombres; no quieren libertad, solamente una salida, sea
hacia la derecha o la izquierda; por donde esté no importa. En el ambiente del
«yetzet» culturero aparecen como tipos solidarios que luchan en abstracto por
las causas sociales en favor de los pránganas; pero lo hacen sin conciencia de
clase, dada su condición clasemediera.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
15 de julio de 2013
se portan como si fueran gitanas legítimas
Ah, y cuando fingen indignarse hasta se portan como
si fueran gitanas legítimas. Señoritos de caca que salen a darse baños de
pueblo, restregándole al desmesurado espíritu la unción de la ignorancia y la
plañidera cursilería.
mediocridad y talentismo huero
La decadencia y la estulticia de la producción
artística de los literatos y seudoestetas tijuanenses no sólo consisten en su
mediocridad y talentismo huero, sino en su negligente oportunismo y pendeja
banalidad.
un ámbito culturalmente corrompido y atestado de estupidización banal
En un ámbito culturalmente corrompido y atestado de
estupidización banal, el triunfo político es un triunfo literario; y es el
destino que saca al escritor del anonimato público, sin que importe ya la integridad
intelectual o la calidad artística de la obra. A partir del momento histórico
que Ángel Rama denominaba «reconstrucción de la retórica», el concepto de
ideología se abrió a nuevas formas superestructura les. Se establece la
ambigüedad del discurso y la realidad deja de ser natural y objetiva porque la
determina la técnica literaria. La sociedad clasista es morfológicamente un
modelo cultural y el arte un ejercicio de control social, una confusión de
caracteres, de repetición de fantasmas de telepantalla.
literatura como apéndice de lo que ayer fue literatura
Induciendo al consumo de bienes culturales, se parte
de la convicción de que la literatura es ahora más chingona; y, a contrapelo de
lo que sucedía en otros tiempos, el arte se privilegia como producto de mercado
y el canon literario se postula desde la industria editorial. La literatura se
contiene en un desaforado discurso —pobre, maltrecho e incoherente— en el que
se habla de todo y de nada al mismo tiempo. O sea, la literatura como apéndice
de lo que ayer fue literatura. El castigo para el literato es una colectividad
analfabestia, una gran masa de apáticos no-lectores y un yermo de ágrafos. Y la
única regresión al pasado clásico, como los «post-arieles» de Enrique Rodó, es
la gran cultura del gran privilegio; el gran gusto de la pequeña burguesía
hacia los superdotados de la aristarquía seudoliteraria de los supuestos genios
de chafetán.
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