15 de julio de 2013

literatura como apéndice de lo que ayer fue literatura



Induciendo al consumo de bienes culturales, se parte de la convicción de que la literatura es ahora más chingona; y, a contrapelo de lo que sucedía en otros tiempos, el arte se privilegia como producto de mercado y el canon literario se postula desde la industria editorial. La literatura se contiene en un desaforado discurso —pobre, maltrecho e incoherente— en el que se habla de todo y de nada al mismo tiempo. O sea, la literatura como apéndice de lo que ayer fue literatura. El castigo para el literato es una colectividad analfabestia, una gran masa de apáticos no-lectores y un yermo de ágrafos. Y la única regresión al pasado clásico, como los «post-arieles» de Enrique Rodó, es la gran cultura del gran privilegio; el gran gusto de la pequeña burguesía hacia los superdotados de la aristarquía seudoliteraria de los supuestos genios de chafetán.

Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales

Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...