
Hay en el vestal oficial del ambiente culturero de
estos lares norfronterizos una sobresaturación de literatos y poetastros
rastreros, sumidos en el fetichismo de las apariencias, postulando crujientes
tonterías y disparates. Plebeyos clasemedieros que presumen de muy refinados
(son unos incultos que pretenden ser cultos sin leer) que escriben y publican
pura quincalla letrera de la peor nigromancia. Por algo Platón decía en sus
«Diálogos» que los poetas no pueden enseñar nada a nadie, son seres inútiles y
una carga para el estado. Y aquí está confirmada tal hipótesis, pues la gran
mayoría de ellos son lúmpenes atados al pesebre del culturalismo estatal,
pululando una vida parasitaria, drenando en la bohemia y la francachela;
aventureros, arribistas, ineptos y mediocres que andan urgidos por aupurarse
algunos trozos de fama y prestigio.