13 de julio de 2013

¿Eso puede entenderse como arte ambicioso?

El mérito de los artistas y escritores no está en su profundidad sino en su finalidad. No intentan ofrecer algo más que no sean obritas afectadas con lo más rancio, podrido y vetusto que hay en las academias, escuelas de arte y talleres de literatura. En cuanto a los que se jactan de ser escritores, su actividad letrera es pura pedorrera, miserias escriturales revelan en sus textos raquíticos y superficiales. Por ejemplo, las poetas, en su mayoría, son unas bobas de notoria incultura, paridoras de vacuidades, más preocupadas por el glamur sempiterno que por el talento y la creatividad. Niñitas pequeñoburguesas que viven —y malviven— perdidamente enamoradas de la holganza parasitaria y son adictas duras de la banalidad. Y todavía anuncian que el monte es todo de orégano y que Baja California está rebozando de literatos y pintores chinguetas. Pero lo cierto es que estamos casi en trance de muerte. La mediocridad intelectual, el protagonismo de diva, el feminismo aburguesado y la frivolidad cínica, son lacras que tienen a la pintura y a la literatura al borde del abismo.
¿Eso puede entenderse como arte ambicioso?

¿Eso significa decir que el arte es incluyente?

Ahora, quienquiera salir de los confines del ninguneo y subir al pedestal de alabastro o, simplemente, que lo acepten en determinada cofradía; que le concedan algún espacio para montar una exposición de pintura o conseguir que le publiquen un libro, es menester, sino se tiene otra opción, recorrer caminos fecalosos. Y como siempre hay una deuda que saldar, considerando que la dignidad y la ética se han malbaratado, la mendicación requiere debutar de cobero, contagiarse de lambisconería y hasta andar oliendo las erupciones de las nalgas para encontrar cabida en los nichos y mafias tertuleras. Y, además, sin reparar en gastos, el chiripero debe estar en la mejor disposición, en grado tal, hasta de cogerse a Dios por el culo. Todo sea por el anhelo de erigirse en un personaje célebre o, por lo menos, comenzar a comer con manteca. Ya no importa tanto el talento y camellar como galeote, pues para armarla en estos lares se depende de los apalabres y el pitazo de la recomendación en la elección de los ungidos y de los agraciados.
¿Eso significa decir que el arte es incluyente?

Perro Cagando

Era la costumbre en mi familia ponerle a los chamacos de la parentela el nombre, considerando los sucesos que se presentaban en el momento que llegaban tales plebes al mundo. Uno de mis primos por el hecho de haber nacido en el preciso instante en que un perro defecaba, fue bautizado con el nombre de Perro Cagando.

una poesía bastante pedorra

Toda la sencillez de la plegaria ya está rebasada por las circunstancias. Ya es otro el «humos» del que se alimenta la literatura de hoy (sopa y poesía dan lo mismo para calentar el alma). Los registros expresivos han variado y sus locuciones son extraídas hasta de la amnesia histórica. Por tanto, que la estética de estos tiempos apueste por las ideas y la reflexión es mucho pedir. Entre virajes y mutaciones caligráficas, la poeta privilegia las imágenes, despojando en el acto escritural el «cogito» cartesiano. Sus textos son un ejemplo palpable de la brusca decadencia en que ha caído el arte contemporáneo; percepción exasperada como producto de una neurosis creadora. Ya no se fabula ni se poetiza a partir de la realidad; esa divisa de la literatura ha perdido valor. Por eso no hay equilibrio entre sentimiento y sentido. Y así se entregan los poetas a la nueva poesía, condenados a ser unos místicos o unos nihilistas; encubiertos con la máscara de la pasión; con esa careta tan amorosa pero también fraudulenta. Y no hay mas remedio que tragar saliva y resignarse a estos estertores líricos de una poesía, cáustica y de primor rascuacho (es decir, de una «poesía bastante pedorra»); una retórica de tono menor; quisquillosa, ramplona, vulgar; una poesía que se desnuda de la pureza, de la inocencia, y que ha quedado desnuda y desvinculada del rubendariísmo.

Todo mundo tiene derecho a perder el suelo de la realidad y creer que un directorio telefónico equivale a literatura.

Todo mundo tiene derecho a perder el suelo de la realidad y creer que un directorio telefónico equivale a literatura.

El rol progresista de la meritocracia se traduce en una degeneración intelectual

La engañifada de que los esquemas ideológicos se han derrumbado para adaptarse a las reglas del juego. Lo que ha habido es un cambio de maquillaje para ocultar las viejas manchas… El rol progresista de la meritocracia se traduce en una degeneración intelectual... Sistemáticamente ¿cuántas palabras se escriben por minuto? Bonita payasada: para preservar unas libertades se han suprimidos otras que son más elementales. Algunos miembros del poder hegemónico pierden los estribos y como enfermos neuróticos sacan a relucir una imbecilidad desenfrenada.

Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales

Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...