Esta ruca, la Vianka Santana, nos tira el borregazo
de algo que ya es obvio en las cogullas del burocratismo culturero, pero no se
atreve a balconear a los chichos de la película; nos pone al tanto del pecado,
mas no nos dice quién es el pecador. La ciega o convenenciera aceptación del
pernicioso sistema de hacer política. A través del dualismo moral y los «métodos
inmanentistas», los críticos se autosilencian o se autocensuran para no perder
sus posiciones, para que no les turben la calma, para seguir chupando del bote,
para que no les pronostiquen la cesantía y «tutti quanti». Predispuestos a
enredarse en la lógica de la sumisión, haciéndose de la vista gorda, tecleando
el discurso oblicuo y justificando como fatalidad el relativismo moral. En el
principio regulador de los medios, así se fija el precio que se debe pagar por
la consecución del fin. Los medios preceden ontológicamente a los fines; y
cuando la teleología sucumbe ante el engaño histórico, entonces los fines
ocupan el lugar de los medios. Esta degeneración de la talacha periodística y
escritural suele encubrirse, según sea la destreza del bribón que invoca los
elevados ideales humanistas o fines supremos que sirven de parapeto para
cambiar de color o subirse a otro carro.
—¡Chale, carnal! Ni siquiera el viejo marica de José
Stalin se atrevió a proclamar que «el fin justifica los medios».
—Que la jaina se abra de capa y suelte toda prenda;
al cabo que los políticos no le tiene miedo a este tipo de simplezas mentales.
Pero sucede que, y por lo que aquí se avizora, a la
ruca le ocurre lo mismo que al camaleón; cambia de colores según la ocasión; la
docilidad pasiva se trasmuta en participación activa, y viceversa. Arte y
cultura en las falsas dicotomías mecanicistas que se cargan hacia un extremo o
hacia otro, según convenga al interesado; es decir, ¿quién es más hermosa:
Casildea o Dulcinea?
—La Viankanuka debería de hacer un pacto de
sinceridad consigo misma.
—¿Porqué, bato?
Porque aquí peca la beata señorona, y de la trompita
le salta el chicle bilioso cuando le piden su "parecer" acerca del
julanete, antecesor del Virgilio Muñoz (éste sí gallo predilecto de la
Santana), y quien quedara momentáneamente en calidad de director del Centro
Cultural Tijuana (CECUT), luego que la Tere Vicencio pintó venado hacia la
ciudad de México, siguiendo un hueso más choncho que mordisquear.
Cada vez que esta madmuasela, o sea, la Vianka
Santana, saca a balcón su retal de palabras, entonadas al ritmo del relativismo
pusilánime y oscilando entre una actitud ingenua y ladina, la madmuasela se
dispone a presentarse (pluralizándose en nombre de los culturosos) como una víctima
de la insensibilidad de malvados seres (calcados en los textos, por así
convenir a la conchita, como villanos abstractos); la madama se muestra muy
ilustrativa en su intentona de querer atrapar al lector en las redes de la
compasión; pero, además, la facundia no para allí, pues la emplea para
manipular los puntos de vista, al presentar al grueso de la culturosada y la
bohemia parasitaria —y que se integran por quienes ella denomina «creadores
artísticos», «promotores culturales», «grupos culturales independientes»,
«gestores en el ámbito de la cultura» y blablablá— como unos seres frágiles,
inocentes y desamparados. Y esto queda demostrado en muchos de sus textos, por
ejemplo:
«El gremio de la comunidad de artistas y creadores,
es un sector que al igual que los otros, paga impuestos, participa activamente
de los procesos económicos, sociales y políticos y que además, vitaliza las
formas de cultura que le dan sentido e identidad a una ciudad, a un Estado, y a
un país. Sin embargo, se trata del sector más vulnerado y vulnerable, puesto
que se le ha marginado y desprovisto de garantías que tienen un carácter:
intransferible, irrenunciable, impostergable e inalienable» [Vianka Santana,
País asimétrico, suplemento Identidad 1914, periódico El Mexicano, 7 de febrero
de 2009].
Vaya trampa sicológica y burda maniobra de retórica
chapucera; la realidad no se ajusta a los esquemas propuestos por la mina, pues
la justeza de sus conceptos sólo sirve para eludir formulaciones practicas,
anteponiendo fetiches como figuras de primer orden en la «esfera» culturalista.
¿Porqué tal gremio de parásitos y de arribistas es el sector más vulnerado y
vulnerable si, como bien lo afirma la ruca, participa activamente de los
procesos económicos, sociales y políticos? Pero si esa cáfila de vivales es
quien usufructúa de lo más requetelindo el mogollo de la cultura. Por lo que se
ve, la Santanita sigue la misma línea pequeñoburguesa de crear islotes
privilegiados.
Ingenuo e impotente (cuando no, políticamente
rastrero) es el sermoneo —que en su ministerio de "promotoría"
culturera, culturosa y culterana— apela la señora Vianka Robles Santana. Pero
no nos detengamos en las pedantes burradas y disparates que la mina tira a
redondel, saquémosle otro botón al ojal.
«Legislar en torno a los derechos del arte y la
cultura, es una tarea urgente que requiere de la necesaria concurrencia y
participación de la ciudadanía, lo que implica una consecuente reconstrucción
de esa visión que tiene la propia comunidad cultural de sí misma, en la que se
ve y se percibe al artista como "sujeto de asistencia"» [Vianka
Santana, Promover los derechos artísticos y culturales, suplemento Identidad
1879, periódico El Mexicano, 31 de mayo de 2009].
¿¡«Concurrencia y participación ciudadana»!?
¡Coñetas! Estas ya son chingaderas. Pero ¿cómo el estado va a ser servidor de
los esclavos ciudadanos? Y en cuanto a la tozuda percepción («visión que tiene
la propia comunidad cultural») de considerar al artista como "sujeto de
asistencia", sin dejar de ser una mamada, esto ya es una beatería muy
pendeja o, deatiro, una vil mendacidad de la decencia.
—Oh, sí; la gran cultura, el gran privilegio y el
gran gusto de la pequeñaburguesía.